El martirio es, ante todo, un misterio. No simplemente un acto heroico ni un hecho biográfico. Es un gesto que excede las categorías morales y que desafía incluso el aparato conceptual de la metafísica clásica, pues en él se juega no sólo una ética, sino una ontología: la del don de sí mismo como revelación. El mártir no es el que muere por una causa, sino el que vive y muere como causa revelada. El martirio, en definitiva no es ni un suicidio sacralizado ni una militancia espiritualizada, sino un abandono total que, sin violencia, consuma la forma cristiana del…