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Año nuevo

En la tradición cristiana el tiempo es un recibido. Cada año que comienza nos es confiado como una oportunidad para ordenar la vida, examinar el corazón y volver, sin estridencias, a lo que es verdadero.

No debemos adentramos en un año nuevo como quien huye del pasado, sino más bien como quien ofrece a Dios lo vivido: lo bueno y lo fallido, lo comprendido y lo todavía oscuro. La fe es habitar el tiempo con responsabilidad, paciencia y esperanza. En medio de un mundo fatigado por el ruido y la urgencia, el comienzo de un año es una invitación al recogimiento, a la claridad moral y a la caridad concreta. No para buscar certezas absolutas, levantar banderas, muchas veces apenas comprendidas, sino para vivir con fidelidad lo que nos fue entregado, confiando en que la gracia actúa, principalmente, cuando no la vemos.

Que este año nos encuentre trabajando con diligencia, pensando con honestidad y viviendo con sobriedad de espíritu. Que sepamos discernir lo que edifica, resistir lo que vacía y perseverar en aquello que da fruto.

Y que, al recorrer los días que se abren ante nosotros, aprendamos a caminar humildemente con nuestro Dios (Miq 6:8), sostenidos por la misericordia y guiados por la esperanza.

Feliz Año Nuevo.


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Published inReflexiones personales

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