Cultura teológica: hacia una definición

El siguiente texto está tomado de mi tesis “Respublica spiritualis : un estudio de la cultura teológica en el Río de la Plata (siglos XVII-XIX)”, Introducción, 2.c, p., 13-15.

Tratar sobre la cultura teológica implica la necesidad de definirla. En primer lugar, se hace menester aclarar que no es: ni se trata de un estudio sobre la teología científica, ni tampoco abarca la teología de la cultura. La cultura teológica no es el sensus fidelium, la creencia que mantienen todos los fieles de manera universal e infalible a través de la historia que a su vez se puede distinguir en tres niveles: la consciencia sobrenatural de las materias de fe, la creencia de la fe y finalmente el consenso de los fieles sobre las materias de fe. No obstante, el sensus fidelium forma parte de la cultura teológica de un pueblo, de una comunidad de fieles, de una nación, de una coyuntura.1

Definimos por cultura teológica al estado general de los conocimientos teológicos de una época, de las distintas escuelas de pensamiento generadoras de saberes y la hermenéutica de la fe, así como la forma en la cual ese conjunto de ideas circulan, son compartidas y sus conclusiones interpretadas, adoptadas y aplicadas por los fieles. El estudio de la cultura teológica se sirve y recurre a la teología científica y de la cultura.

Por teología científica entendemos “la reflexión metódica y crítica de todo lo que propone el kerigma de la Iglesia y se acepta en el acto de fe, en el cual el hombre se somete a la palabra de Dios“.2 Esta surge y se desarrolla en los claustros académicos y se ha considerado reservada, hasta épocas muy recientes, a un grupo de expertos poseedores de un carisma especial, el llamado “carisma de los doctores”, o διδασκαλία. Ahora ¿Se consideraba esto algo exclusivo del estado clerical? Paradójicamente a lo que ocurrirá en la segunda mitad del siglo XIX y buena parte del siglo XX, la teología no era monopolio de los presbíteros. Clérigos y seglares serán convocados para dirimir quæstiones disputatæ y ambos estados tendrán derecho a la presentación de sus tesis, a la defensa o refutación de los mismas.3 La iglesia era una Respublica spiritualis.

Esta participación de todos aquellos que eran llamados, por sus conocimientos en la Ciencia de Dios nos pide re-significar el término “laico”. El λαός incluye, según la concepción de la Iglesia señalada anteriormente, a toda la comunidad de los bautizados. De ese λαός, algunos poseen la διδασκαλία, reservada a la Iglesia docente, es decir, aquel grupo de bautizados, unidos en unión y verdad con Cristo, facultados para enseñar y exponer la sagrada doctrina.4 La cultura teológica no era uniforme, no estaba centralizada y por sus propias características no estaba monopolizada por un paradigma determinado aún cuando hubiese una tendencia dominante. Entendemos por sistema teológico a un conjunto racional, ordenado e interrelacionado de postulados, ideas y conclusiones sobre la fe y las creencias, el cual posee además un método aplicable a cualesquiera de las partes que componen el sistema. Los sistemas teológicos funcionan como paradigmas, por medio de ellos se puede comprender toda y cada una de las ramas de la teología.

Dentro de la historia del catolicismo, algunos sistemas teológicos fueron condenados como heréticos, mientras que otros fueron censurados por erróneos. Entre los siglos XVII y XVIII el jansenismo fue condenado por Roma como herético, no obstante, quienes adherían a dicho sistema, sostuvieron que el mismo era ortodoxo y reflejaba la doctrina de San Agustín. El galicanismo fue considerado erróneo y próximo a la herejía y al cisma, al igual que el conciliarismo. Existieron en el Río de la Plata una pluralidad de sistemas que periódicamente se enfrentaron, ganando en hegemonía unos en detrimento de otros. Esta heterogeneidad no era considerada ni perjudicial ni extraordinaria. La hegemonía de un sistema particular y la forma en cual su cosmovisión era llevada a la práctica dotaba de identidad a una iglesia particular.


Notas:

1 Tillich, Paul, Theology of Culture, New York, Oxford University Press, 1964; Cfr. Douglas, John, Remembered Voices: Reclaiming the Legacy of “neo-orthodoxy”, Westminster John Knox Press, 1998. Finucane, Daniel, Sensus Fidelium. The Use of a Concept in the Post-Vatican II Era, San Francisco, International Scholars Publishing, 1996; Rush, Ormond. The Eyes of Faith. The Sense of the Faithful and the Church’s Reception of Revelation, Washington, D.C.: CUA Press, 2009, p., 66.

2 Feiner, Johannes, Mysterium salutis: manual de teología como historia de la salvación, Madrid, Cristiandad, 1992, pp. 29.

3 Di Stefano, Roberto, “¿De qué hablamos cuando decimos “Iglesia”?…”, op., cit. Moya, Silvano, “La cultura teológica de las élites letradas. ¿Especulación teórica o pragmatismo en el Tucumán del Siglo XVIII?”, en Hispania Sacra, LXV, 131, enero-junio 2013, pp. 312.

4 García, Ramón, Tratado de la Verdadera Religión y de la Verdadera Iglesia, Santiago de Chile, de la Sociedad, 1848, pp. 161.

Leonardo Rodríguez Velasco: Fundamentos tomistas para una filosofía del hombre

Tengo el privilegio de ser amigo del psicólogo, teólogo y escritor Leonardo Rodríguez Velasco, quien ha publicado un nuevo libro titulado Fundamentos tomistas para una filosofía del hombre. Quisiera dejar a continuación la presentación que él mismo dejó en su sitio web, el cual puede acceder haciendo click aquí.

Con el favor de Dios hemos terminado un nuevo libro, se trata de una exposición del “Tratado sobre el hombre” de la Summa theologiae, es decir, las quince cuestiones que van de la 75 a la 89, de la primera parte de la Summa.

Nuestro objetivo ha sido presentar en forma sencilla el contenido de dichas cuestiones, pues allí santo Tomás nos expuso la médula de su pensamiento antropológico, su visión acerca de la naturaleza humana.

Por ahora el libro estará disponible bajo demanda a través del link que les dejo abajo. Agradezco el apoyo, Dios les bendiga.

Haga click aquí para acceder al link de compra.

Política y teología: una visión desde Hannah Arendt

La política y la teología tienen enormes puntos de contacto. Podríamos decir que son tantos porque la primera es una disciplina que se escindió de la segunda, de la misma manera que en su momento la sociología lo hizo de la filosofía. Al igual que en este último caso, existe la tentación en muchos sociólogos en reducir los problemas filosóficos del hombre a cuestiones sociológicas, a convertirlos en simples capítulos bajo una mirada “científica”.

El lector de Hannah Arendt encontrará como la genial filósofa insiste en la vinculación entre la teología y la política. Ella, como filósofa política invitó a los teólogos a explorar los mismos problemas que ella, pero no encontró gran repercusión. No obstante, creo que sería muy útil revisar algunos de sus postulados y ver su aplicación a la teología en la Iglesia-ἐκκλησία, es decir, en la asamblea de los creyentes.

Lo primero que creo podemos rescatar es que para Arendt la política no es ni universal ni connatural al hombre, aún cuando sólo el hombre pueda ser un ser político.1 Lo mismo vale para la teología: sólo el Hombre tiene la capacidad de alcanzar conocimiento teológico, porque sólo él contó con la gracia de una elevación de su inteligencia hacia Dios; dicho de otra manera, Dios elevó la inteligencia humana al punto de que este puede contemplar su belleza (de forma limitada, claro está, pero real y concreta). No obstante, no todos los hombres han desarrollado conocimiento teológico, no todas las sociedades lo hicieron, ni todas las religiones ni todas las denominaciones, ni en todos los tiempos ese desarrollo se alcanzó.

Arendt señala que la característica de la política es la palabra, el consenso, el acuerdo y las relaciones de cooperación. El referente de lo antedicho fue la πόλις (polis), y su lugar el ἀγορά (ágora).2 Podemos esbozar como hipótesis, entonces, que la teología sólo ha tenido lugar en la ἐκκλησία en tanto que en ella ha dominado “La Palabra”, el Λογοσ (Logos). En la medida que las instituciones religiosas se esclerosaron y dejaron de lado el Λογοσ decayeron en una organización exotérica y ritualista, pero de la cual no se puede esperar vida. Así como una comunidad política al ser dominada por la violencia deja de ser política para convertirse en anti-política, una comunidad de creyentes, una ἐκκλησία que no es vivificada por el Λογοσ, sino que es dominada por el miedo, el ritualismo y la superstición, deja de ser ἐκκλησία y se convierte en un culto muerto que no tiene más atractivo que una reliquia en un museo. El mundo moderno se ha caracterizado por reducir la teología a una disciplina estéril, arcaica, una especulación sin sentido real ni concreto, reservado para una oligarquía de onanistas intelectuales. Debemos entonces devolver la teología a la iglesia, a la ἐκκλησία.

Escribir tranquilo

Desde hace mucho que estoy sintiendo el “bloqueo”. Si bien es cierto que en los últimos meses pude terminar algunos papers, no son lo mismo que antes, y tampoco mi actividad de blogger es la de antes. Comencé en el año 2008 y estaba lleno de trabajo, realizaba mis investigaciones como historiador, salía y me divertía con mis amigos, aprendía latín y estudiaba hebreo, cursaba seminarios de postgrado y aún me quedaba tiempo suficiente para escribir a veces largos post para mi viejo blog (hoy resguardado por mis antiguos colaboradores).

¿A qué se debe? ¿Al trabajo? ¿La familia? No lo creo. Tampoco lo sé. Sólo sé que a veces me siento delante de mi Notebook, abro LibreOffice Writer (uso Linux como único sistema operativo desde hace poco más de un año) y me quedo allí, mirando la pantalla en blanco.

Escribir un blog no era un simple pasatiempo. Me ayudó a crecer como intelectual: aprendí muchísimo de historia, porque tuve que investigar para mis post. Aprendí Latín, aprendí de Liturgia, de simbología, de mitología comparada, tuve que pasar mucho tiempo en bibliotecas tomando notas para luego elaborar mis apuntes, que a veces se veían reflejados en un post. Algunos de mis post sirvieron luego como puntapié para algún paper, alguna ponencia en algún congreso e incluso alguna charla o clase. Sentarme a escribir era una rutina, todos los día, por lo menos media página, por lo menos quinientas palabras tenían que salir. Algunas veces costaba más y entonces me limitaba a comentar algún artículo que había encontrado en otro sitio, el cual, por honestidad intelectual enlazaba desde mi blog; otras escribía hasta dos o tres post por día… y entonces “programaba” las entradas para que salieran a lo largo de una o dos semanas… había tomado el tiempo para que los lectores llegaran, comentara y luego volvieran por más.

Todavía vivía con mis padres cuando comencé con mi blog, y a veces mi padre se levantaba a la madrugada, a caminar un poco, nebulizarse, ahogado por la enfermedad que lo fue consumiendo y se quedaba sentado cerca, viendo como yo escribía y consultaba mis fichas, mis cuadernos… mis notas y alguna vez se allegó con una taza de café. Mi padre no entendía muy bien mis aficiones intelectuales, pero las respetaba y las alentaba.

Estando él internado, poco antes de que lo desahuciaran, a veces se despertaba en la clínica, de madrugada, y me veía escribir: era mi tesis, era algún ensayo o incluso un post. Sonreía y me repetía “escribí tranquilo”.

Eso es lo que trato de hacer. Eso es lo que quiero volver a hacer.

El último teólogo

Esta mañana, temprano, mientras estaba caminando me enteré de la muerte de Joseph Ratzinger, el Papa Benedicto XVI. Cuando leí el mensaje de mi esposa quedé un minuto en silencio, con el teléfono en la mano tratando de pensar con claridad. No puedo (por el tiempo) desarrollar aquí todas mis enormes diferencias con la hermenéutica de la fe entre Ratzinger y lo que yo creo; no es este el post (me parece) para tildarlo como un heterodoxo y modernista. No obstante, quisiera destacar que con él desaparece una forma de trabajar y entender la teología y la historia. Ratzinger fue el último teólogo, el último intelectual con una impresionante capacidad de síntesis de la teología de la historia; un hombre con una cultura enorme, con un conocimiento exegético que no se repetirá y que nadie, por más que se encuentre en las antípodas de sus posiciones religiosas puede negar.

La Nouvelle Théologie fue el último intento de elevar el pensamiento y de construir una síntesis teológica para el cristianismo partiendo desde las fuentes, basada en la reflexión y haciendo preguntas, muchas veces incómodas. Joseph Ratzinger fue el último representante de aquella corriente. Fue el último teólogo católico. Después de él, sólo queda el desierto intelectual que hoy personifica Jorge Mario Bergoglio.

Teología: de la especulación a la vida

La teología debe poner su énfasis en el conocimiento bíblico y doctrinal. Somos transformados por la renovación de nuestra mente:

Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. (Romanos 12: 1-2).

Esta transformación, esta verdadera μεταμόρφωσις es el punto para nuestra forma de adorar. Mientras que en la tradición latina post-medieval, la forma en la cual se adora (liturgia) proviene de la teología, en la liturgia pre-medieval (verdaderamente tradicional) la adoración proviene, no de la teología sino de la oración (oratio y precaria) y la contemplatio. Nuestra mente entonces, se ve iluminada por el Espíritu a través de las Escrituras, de esa manera crecemos en el entendimiento de Dios y su camino ¿Y qué es el camino a Dios? La ὀρθοδοξία.

La teología pasa a ser entonces la ἑρμηνευτικὴ τέχνη. Esta técnica de interpretar no es una forma de onanismo intelectual, sino una forma de experiencia espiritual, personal y comunitaria. Es en la Iglesia (entendiendo a esta como el pueblo redimido por la Sangre del Cordero, pues Dios compró a la Iglesia con su propia Sangre -Hechos 20: 28). y no fuera de ella. La doctrina cristiana se basa, en definitiva en los siguientes elementos:

  • Reconocimiento de Jesucristo como fuente de la Revelación.
  • La Revelación se expresa primero en la Escritura y en la Tradición, teniendo preeminencia la primera sobre la segunda y rechazando la visión dialéctica post-tridentina.
  • Comprensión de la Tradición desde la perspectiva Trinitaria y Teándrica.
  • Comprensión de la Iglesia como pueblo de Dios, redimidos por su Sangre.
  • Confianza en la soberanía de Dios.
  • Experiencia del poder de la Gracia de Dios para salvar a los pecadores, a los desesperanzados, a los indefensos.
  • Confianza en el amor del Salvador que murió específica y exitosamente por los pecados de cada uno.
  • Vida de oración y de estudio, que nos perfecciona como cristianos.
  • Rechazo de los placeres del mundo, y la ciudadanía del mundo sabiendo que nuestra Patria es el Cielo (Filipenses 3: 20-21).

En esencia, la vida del hombre debe orientarse a dar Gloria a Dios en todas las cosas. Esa gloria también es la esperanza en su pronto regreso, y por lo tanto, velamos y oramos, ayunamos y aguardamos, siguiendo Mateo 9: 15.

Lev Tolstói y su relación con la Iglesia

Una de las formas de entender la relación de Lev Tolstói con la Iglesia ortodoxa es en el contexto de su búsqueda de certeza, certeza sobre la verdad. Esa relación fue paradójica, es decir, muy rusa y por consiguiente bastante ortodoxa.

En 1878, a la edad de 50 años, Tolstói estaba experimentando una especie de despertar religioso durante el cual asistía con frecuencia a la iglesia del pueblo queriendo absorber la espiritualidad de la gente. Sin embargo, en el año anterior a que comenzara la guerra ruso-turca el Zar ordenó orar en todas las iglesias por las tropas. Entre las oraciones había referencias (aparentemente) a la destrucción por la espada a los turcos y hacerlos volar por los aires con proyectiles. Para Tolstói esto implicaba un acto de hipocresía que no podría soportarse ¿Cómo puede el sacerdote proclamar el Evangelio de Cristo y al mismo tiempo rezar por la muerte de los enemigos?

El genial escritor nunca fue un fanático de la jerarquía de la Iglesia. Su cristianismo ortodoxo siempre se caracterizó por centrarse en la piedad del pueblo, los monjes y los ermitaños. Pero con lo que sintió como un último ultraje moral, Tolstói abandonó la Iglesia por completo y para siempre… más o menos. Es importante señalar que el rechazo de Tolstói a la doctrina de la Iglesia Ortodoxa no se basó en el racionalismo. Su rechazo no estuvo sustentado en el racionalismo, pero tampoco era un fideísta. Su protesta se basó en la hipocresía, le indignó que el mismo cuerpo moral que proclamó el mensaje de Jesús también promoviera las distinciones de clases, la opresión de los pobres y los débiles, y la violencia en muchas formas (particularmente guerras, pogromos y pena capital).

Si observamos el estado de la Iglesia Ortodoxa en Rusia durante la segunda mitad del siglo XIX, es difícil culpar a Tolstói por estar indignado. Leamos las palabras de Santa María Skobtsova, o Santa María de París, una monja ortodoxa rusa que vivió entre los exiliados en Francia y así salvó su vida durante la tribulación roja; murió en el campo de concentración de Ravensbruck en 1945 en manos de otro sistema totalitario, tan anticristiano como el que se había cernido sobre la Santa Rusia. Volvamos, en el año 1938, Santa María escribió:

Los reformadores de la Iglesia de la época de Pedro [el Grande, 1720] fueron los menos reformadores. Nunca se sintieron profetas o santos. Laicizaron y secularizaron la Iglesia; tomaron el mundo de su jurisdicción y llevaron su fuego al desierto, al bosque, a las [ermitas], a monasterios remotos y aislados.
No debemos cerrar los ojos ante el hecho de que ellos
[los reformadores] lograron mucho. La ortodoxia sinodal [encabezada por un laico designado por el zar] … en realidad se convirtió en uno de los departamentos del gran Estado de Rusia. La jerarquía, decorada con medallas y cintas estatales, a menudo tenía la psicología de una importante burocracia imperial.
No hace falta enumerar los innumerables hechos que hablan de esta secularización en los siglos XVIII y XIX. Sólo podemos decir que es precisamente lo que condujo a la separación de la Iglesia de toda la parte culta e investigadora de la nación: la intelectualidad rusa.

Como señalamos líneas arriba, incluso los cristianos devotos encuentran difícil ser demasiado duros con Tolstói. Sin embargo, el autor de Anna Karénina no lo pone nada fácil. Cuando él rechazó a la Iglesia como institución, puso todo su intelecto, capacidad de escritura, fortuna y fama en atacar a la Iglesia, o mejor dicho, aquello que llamamos “Iglesia Institucional”. Al hacerlo afirmó (quizás sin percatarse de las consecuencias de sus palabras) que los sacramentos eran dañinos y que la jerarquía era lo contrario de lo que Cristo pretendió que fuera el cristianismo.

Particularmente, Tolstói criticó a la Iglesia por su supuesta pretensión de infalibilidad y esto es un asunto muy interesante para detenernos, porque la infalibilidad fue un tema importante en los pensadores modernos. En 1870 se declaró que el Papa, el Obispo de Roma y sucesor de San Pedro tenía el poder de ser infalible bajo ciertas condiciones, cuando como Sucesor de Pedro enseñaba sobre Fe y Moral. Esto fue la consecuencia lógica del desarrollo de la teología escolástica, una teología en la línea de la lógica aristotélica: algo es o no es, o se es blanco o se es negro. Tal pensamiento no fue parte de la reflexión teológica cristiana antes del siglo XII, pero luego penetró en la Iglesia Latina, se apoderó de ella y de allí pasó a sus hijas rebeldes, las comunidades reformadas.

En cambio, la iglesia ortodoxa continuó persiguiendo la reflexión teológica basada en la experiencia mística para la cual las palabras y los conceptos solo podían servir, en el mejor de los casos, como íconos que apuntaban a algo más allá de sí mismos. Por lo tanto, en la tradición ortodoxa, “el sí” y “el no” no son necesariamente excluyentes entre sí. Es decir, debido a las limitaciones humanas, el “sí” de un santo y el “no” de otro santo podrían apuntar a la misma realidad mística.

En el siglo XVIII, Rusia estuvo bajo la influencia de la teología pseudo-tomista y la escolástica barroca, por lo que se requirió que los seminaristas rusos aprendieran latín, no griego, y muchos conceptos y categorizaciones occidentales influyeron en el mundo teológico de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Así llegamos a una Iglesia en la Rusia de Tolstói contaminada con las tendencias occidentales, que minimizan la experiencia mística a favor de la lógica y la escolástica esclerosada. La Iglesia Romana reivindica la infalibilidad de una persona, el Papa; los teólogos ortodoxos rusos de este período afirmaron la infalibilidad de los concilios ecuménicos. Tolstói rechazó la afirmación de infalibilidad de cualquier iglesia. Quien lea el capítulo III de El Reino de Dios está en vosotros notará esta lucha que presenta Tolstói, que es la lucha de su alma, de su mente.

Pero aquí está la ironía: la infalibilidad no es una categoría cristiana ortodoxa. Es una categoría que ingresó a la Iglesia Ortodoxa Rusa durante su período de latinización (¿Un cautiverio en Babilonia? ¿Una tentación? ¿Un espejismo laodicense?). Entonces, al rechazar la afirmación de infalibilidad de la Iglesia Ortodoxa Rusa del siglo XIX, Tolstói en realidad no estaba rechazando la doctrina cristiana ortodoxa, sino la corrupción de la misma. Su posición no era diferente, en ese sentido al de los raskólniki, de una Feodosia Morozova o el gran Avvakum Petrov.

No obstante, la mordaz condena de Tolstói a la Iglesia y sus sacramentos resultó en su excomunión oficial en 1901. Aunque se habló mucho de este acto oficial, en realidad solo fue un reconocimiento de lo que Tolstoi había estado diciendo durante años. Dado que Tolstoi se separó tan públicamente de la Iglesia, la Iglesia simplemente lo oficializó..

Uno de los hechos que no se mencionan a menudo en relación con Tolstói y la Iglesia Ortodoxa es que visitó, al menos cinco veces, el monasterio de Optina. Optina era famosa por sus ancianos “portadores de espíritu” (los staretzi). De hecho, en el último mes de su vida, Tolstoi (según narra en su diario), estaba releyendo a Los hermanos Karamozov de Dostoyevsky y menciona específicamente al anciano Zosimos, el staretz en la novela, pero inspirado en el staretz Ambrosy del monasterio de Optina.

Y así, cuando Tolstói comienza su exilio autoimpuesto unos días antes de su muerte, se encamina al monasterio de Optina, y allí tras pasar la noche queda de pie frente a la cabaña del anciano Joseph debatiéndose si llamar o no a la puerta. Al final, no lo hace. Unos días después, Tolstói morirá de neumonía. El anciano Joseph enviará al anciano Barsanuphius para que lo acompañe en la agonía. Por desgracia, los seguidores de Tolstói no permitirán que nadie lo vea, ni siquiera su familia, hasta que entre en coma.

Tolstói condenó a la Iglesia Ortodoxa de la Rusia del siglo XIX, que en muchos sentidos, quizás, merecía condena. Sin embargo, como dijo GK Chesterton, “la herejía es la verdad enloquecida“. De modo que Tolstói, habiendo logrado apoderarse de una parte de la verdad y alimentado por su rabia por los fracasos de la Iglesia Ortodoxa Establecida, para vivir de acuerdo con sus propios preceptos, tomó su verdad y condenó otras verdades con ella. Su verdad se convirtió en el único criterio.

Desafortunadamente, al final, Tolstói descubrió que condenar a los demás por no vivir según el ideario que él estableció como norma del cristianismo era mucho más fácil que vivir y morir, él mismo según esos ideales.

El reino de Dios está entre vosotros

Muchas versiones conservadoras y antiguas de la sagrada escritura vierten el texto de Lucas 17:21 como “…el reino de Dios está en vosotros”. Esto ha llevado a una gran cantidad de especulaciones teológicas muy interesantes, así también como a la producción de libros que son casi, de lectura obligatoria, como es el caso del clásico de Lev Tolstói “Царство Божие внутри вас” (El reino de Dios está en vosotros, que pueden descargar completo en español aquí)

La palabra “dentro” se traduce del griego εντος, utilizado sólo dos veces en el Nuevo Testamento. Su significado principal es “dentro”, como se representa en Mateo:

Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo que está de fuera del vaso y del plato; mas de dentro están llenos de robo y de injusticia. 
¡Fariseo ciego, limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera se haga limpio! 

οδηγοι τυφλοι οι διυλιζοντες τον κωνωπα την δε καμηλον καταπινοντες 
ουαι υμιν γραμματεις και φαρισαιοι υποκριται οτι καθαριζετε το εξωθεν του ποτηριου και της παροψιδος εσωθεν δε γεμουσιν εξ αρπαγης και ακρασιας 

Mt 23:26-27

Sin embargo, cuando se utiliza junto con un sustantivo plural, εντος significa “entre” o “en medio de.” En Lucas 17:21, εντος está en el siguiente contexto:

ουδε ερουσιν ιδου ωδε η ιδου εκει ιδου γαρ η βασιλεια του θεου εντος υμων εστιν 

Lc 17:21

Desde el contexto, podemos ver que Jesús estaba hablando a una multitud de fariseos, que habían venido a interrogarlo sobre el Reino de Dios (versículo 20). “El reino de Dios está entre vosotros” es la mejor traducción, como se ha vertido en muchas versiones en español, no así en iglés (KJV e inlcuso la NIV).

Incluso sin este conocimiento técnico del griego, podríamos haber entendido fácilmente que “dentro” es una traducción pobre y engañosa. Cristo estaba respondiendo a una pregunta formulada por los fariseos,y les respondió directamente: “Les respondió y les dijo: … ‘el reino de Dios está dentro de vosotros.” Pero, ¿cómo podría el Reino de Dios estar dentro de sus enemigos más amargos? ¿Cuántas veces los señaló como hipócritas y embaucadores? Desde el punto de vista teológico, es imposible pensar que el Reino estaría en los fariseos.

Sólo después de haber hecho esta observación, se dirigió a sus discípulos (versículo 22) y explicó lo que quiso decir. El tema de toda la sección (versículos 20-37) se expresa de manera explícita en el versículo 30: “Como esto será el día en que el Hijo del hombre se manifestará.” Todo el tiempo estuvo explicando sobre la Parusía. Cuando regrese Cristo, establecerá Su Reino en la tierra:

Y Jehová será rey sobre toda la tierra. En aquel día Jehová será uno, y uno su nombre (RVA)

Y reinará Yahvé sobre la tierra toda, y Yahvé será único, y único su nombre. (NC)

והיה יהוה למלך על־כל־הארץ ביום ההוא יהיה יהוה אחד ושׁמו אחד׃

Zac 14:9

Si el Reino sigue siendo futuro, ¿cómo podría decir que “el reino de Dios está entre vosotros”? Para responder a esto, debemos volver a las cuatro características de un reino señalados por la teoría política: un rey,que gobierna con la ley sobre una serie de súbditos que viven dentro de un determinado territorio. El rasgo principal es que un reino debe ser gobernado por un rey; de lo contrario, el país tiene alguna otra forma de gobierno. Un rey de cualquier nación es el principal representante de esa nación. Y el Rey del Reino de Dios no es otro que Jesucristo.

Pilato le preguntó a Jesús:

Así que, Pilato volvió á entrar en el pretorio, y llamó á Jesús, y díjole : “¿Eres tú el Rey de los Judíos?” Respondióle Jesús: “¿Dices tú esto de ti mismo, ó te lo han dicho otros de mí?”. Pilato respondió: “¿Soy yo Judío? Tu gente, y los pontífices, te han entregado á mí: ¿qué has hecho?”. Respondió Jesús: “Mi reino no es de este mundo: si de este mundo fuera mi reino, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado á los Judíos: ahora, pues, mi reino no es de aquí.” 
Díjole entonces Pilato: “¿Luego rey eres tú?” Respondió Jesús: “Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio á la verdad. Todo aquél que es de la verdad, oye mi voz.” 
Dícele Pilato: “¿Qué cosa es verdad?” Y como hubo dicho esto, salió otra vez á los Judíos, y díceles : “Yo no hallo en él ningún crimen. “

Jn 18: 33-38

Si observamos, Pilato no soporta la respuesta de Jesús. Le pregunta si es Rey, y luego ¿qué es la verdad?. Él tenía a la Verdad misma delante de sus ojos, pero no pudo soportarla.

Si volvemo a Lucas 17:21 podemos comprender ahora, que, como Rey del Reino de Dios, podía decirle a los fariseos que el Reino de Dios estaba allí, entre ellos.

C.S. Lewis y la Theosis

Cuando era estudiante en la secundaria tomé la costumbre de ir hasta la Plaza Mitre, en San Miguel y perderme en las librerías circundantes. Ya en la Universidad los fines de semana era un asiduo visitante de la feria en la que varios puesteros vendían libros usados. Allí, con un poco de paciencia era posible encontrar libros muy buenos y en buen estado. Fue así que di con C.S. Lewis.

Lewis ocupa un lugar bien merecido en el canon de los intelectuales cristianos modernos. Esto también implica la existencia de una hagiografía que, como es costumbre de ese género, es un poco artificial y fantasiosa. Sin embargo, allí en la feria pude dar con algunos libros biográficos interesantes y que se referían al “Lewis histórico” y algunas facetas más exóticas de su personalidad espiritual. El ocasionalmente problemático de Wilson CS Lewis : una biografía (Norton, 1990), sin embargo, documenta claramente que el anglicanismo de Lewis tenía una orientación a la high-church, e incluso católica. Cada domingo asistía a la primera Eucaristía en su iglesia parroquial en Headington, que estaba dirigida por los Padres Cowley, una orden religiosa anglicana. Uno de estos sacerdotes fue su director espiritual durante varios años. Lewis también participó en la práctica la confesión privada a este mismo sacerdote, lo cual escandalizaría a los evangélicos norteamericanos actuales que lo han convertido en una suerte de nuevo Wesley.

Por otra parte en un artículo publicado en la excelente revista Road to Emmaus, titulado “Shine as the Sun”, cuyo autor es Chris Jensen, somos testigos del apoyo de Lewis a la doctrina de la θέωσις/Theosis. Según la definición de Jensen, la teosis es

… la cumbre de un proceso gradual por el cual los seres humanos se reintegran a la vida de Dios, comenzando con la restauración de la imagen de Dios a través del bautismo y continuando con la purificación del corazón y la iluminación por la gracia divina … theosis … es la unión inefable del alma con Dios. Incluso en esta elevada cumbre, se nos dice que el estado de perfección es relativo y no absoluto; es dinámico, no estático, ascendiendo eternamente “de gloria en gloria” (2Cor. 3:18). En palabras de San Gregorio de Nissa, “La verdadera perfección nunca se detiene, sino que siempre crece hacia lo mejor”. Esta noción de epektasis, de vida eterna como progreso infinito e interminable, se encuentra en Padres de la Iglesia como San Ireneo y San Máximo el Confesor y el mismo Lewis se hace eco memorablemente en el pasaje final de La última batalla .

No puedo hacer plena justicia al sustancioso ensayo de Jensen en este pequeño espacio, pero cerraré con un par de citas de Mere Christianity, el cual adquirí en aquella plaza por la friolera suma de $23 del año 2004, y que cita al afirmar que Lewis es un “ortodoxo anónimo”:

Dios nunca quiso que el hombre fuera una criatura puramente espiritual. Es por eso que Él usa cosas materiales como el pan y el vino para darnos vida nueva. Podemos pensar que esto es bastante crudo y no bíblico. Dios no: Él inventó la comida. Le gusta la materia. Él la inventó (p. 65).

Debes darte cuenta desde el principio que la meta hacia la cual [Dios] comienza a guiarte es la perfección absoluta; y ningún poder en todo el universo, excepto tu mismo, puede evitar que Él lo lleve a esa meta … si lo dejamos, porque podemos evitarlo, si lo elegimos, Él hará al más débil y sucio de nosotros en un dios o una diosa, una criatura inmortal deslumbrante y radiante, que palpita con tanta energía, alegría, sabiduría y amor que no podemos imaginar ahora (págs. 174, 176).

Naturalmente vuelve a nuestra mente, como si fuera una lejana melodía la afirmación de San Irineo de Lyon:

Jesucristo que, a causa de su amor superabundante, se convirtió en lo que nosotros somos para hacer de nosotros lo que él es.

El misticismo en CS Lewis

Into the Region of Awe de David Downing

Es muy probable que usted conozca a C.S Lewis, el gran intelectual británico que luchó contra una sociedad secularizada y contra ese nuevo ateísmo que, como señala Michael Jones, parece orgulloso de la irracionalidad que reviste de cientificismo aún contra las bases del mismo pensamiento científico. C.S. Lewis es autor de un clásico de los clásicos Mere Christianity, cuya traducción al español puede descargarse de este enlace.

Sin embargo, quizás usted no sepa que Lewis estuvo cruzado por una forma muy particular de misticismo. El libro de David Downing Into the Region of Awe trata precisamente sobre el misticismo en los escritos y en el pensamiento de C.S. Lewis, y cómo ese misticismo fue percibido y apreciado por otros intelectuales de su época, entre ellos su gran amigo J. R. R. Tolkien. Este libro, también analiza la presencia de elementos y símbolos cristianos en sus obras, como es el caso de la saga Las crónicas de Narnia. Si desea leer el libro Into the Region of Awe gratis, puede acceder a la copia que se conserva en Archive.org haciendo click en este enlace.

Hoy en día los jóvenes casi no leen, y lo que leen es poco menos que basura. Los pocos que lo hacen pierden su tiempo e intelecto en “literatura juvenil” en dónde los valores clásicos son pisoteados y sirven como motivo de burla. ¿Por qué no introducir a los niños y adolescentes a la buena literatura? Este libro, que espero, pronto esté traducido al español, debería ser de gran ayuda para todos los docentes y padres que deseen brindarle calidad intelectual y espiritual a sus hijos.