Naturaleza – Ralph Waldo Emerson

Abordé demasiado tarde la obra de Ralph Waldo Emerson. Cuando era un escolar, mi profesora de literatura nos lo mencionó (al igual que a Walt Whitman) pero pasaron años hasta que de casualidad llegué a la hermosa edición de Naturaleza realizada por Nordica Libros. Una edición cuidada y lujosa que invita al lector a seguir el ritmo del genio americano. Una versión preliminar pueden consultarla y descargarla en este enlace.

Una edición digital completa la pueden descargar aquí.

Emerson es de esos pensadores que intentaron llegar a una “teoría del todo” y por eso mismo me parece admirable, aún cuando no comparta su sistema de creencias.

En Naturaleza , Ralph Waldo Emerson se propone crear una nueva teología. Declara que es hora de que el hombre moderno rompa con las ideas del pasado y formule sus propias filosofías. Se propone así, pintar un cuadro del todo. A veces su visión puede parecer críptica o difícil de imaginar. Sin embargo, crea los contornos de un sistema de pensamiento coherente.

Aunque a veces es confuso en cuanto a su significado exacto, Emerson describe un mundo donde la espiritualidad es de suma importancia. El espíritu que fluye a través de las personas en realidad crea el mundo externo. La materia que vemos a nuestro alrededor es una creación de la mente y el alma humanas. Las personas alguna vez fueron más grandes, pero han perdido un poco el contacto con la espiritualidad y la naturaleza, y por lo tanto han disminuido en relación con el mundo que nos rodea. Los invito a detenernos y reflexionar sobre el siguiente párrafo:

“El hombre es el enano de sí mismo. Alguna vez, el espíritu lo impregnó y lo solubilizó; colmó entonces a la naturaleza con sus desbordantes correntadas. De él surgieron el sol y la luna. Del hombre, el sol; de la mujer, la luna. Las leyes de su mente, los períodos de su actividad se exteriorizaron en el día y la noche, el año y las estaciones. Pero una vez que hubo construido este gigantesco caparazón para sí, sus aguas se retiraron; ya no llena ahora las venas ni los pequeños vasos sanguíneos; se ha resecado hasta reducirse a una gota. Nota que la estructura por él creada todavía le cuadra, pero de una manera colosal. Digamos mejor que una vez le cuadró, y que ahora le corresponde desde lejos y desde lo alto. Venera tímidamente su propia obra. Ahora, el hombre sigue al sol, la mujer a la luna. Sin embargo, a veces sale de su sopor y se maravilla de sí mismo y de su morada, y musita extrañas cosas acerca de la semejanza entre él y esta. Percibe que si su ley sigue siendo suprema, si él cuenta todavía con poder elemental, si su palabra aún es excelsa en esencia, no es un poder consciente, no está por debajo sino por encima de su voluntad. Es instinto.” Así me cantó mi poeta órfico.

Al leer este trabajo, uno se sorprende por lo exuberante que fue Emerson sobre la creación. El hombre amaba absolutamente la existencia. La virtud y el bien están entretejidos en el tejido de la realidad.

Emerson dedica páginas y páginas a la redentora y sublime conexión entre las personas y la naturaleza. Critica tanto a la ciencia como a las antiguas religiones por separar de forma antinatural a la humanidad de lo espiritual y lo natural. Hay implicaciones de que la adoración de un Dios patriarcal en lugar de apreciar las maravillas del mundo natural ha sofocado nuestra existencia. Eventualmente concluye que una vez que los humanos hayan liberado sus pensamientos de creencias tan rígidas, las personas lograrán una influencia asombrosa sobre su entorno y se logrará un paraíso en la Tierra.

Todo este filosofar se logra con una prosa que a menudo es tan elevada como poética. Los lectores de Walt Whitman o Henry David Thoreau notaran la enorme influencia del genio de Emerson en estos y otros tantos autores americanos, e incluso en algunas religiones surgidas en los Estados Unidos, por algo se lo considera uno de los fundadores del llamado “Nuevo Pensamiento”.

No puedo decir que estoy de acuerdo con gran parte de la visión práctica del mundo de Emerson. Sin embargo, su entusiasmo y optimismo sobre la vida, así como el mundo que nos rodea, es inspirador y contagioso.

Política y teología: una visión desde Hannah Arendt

La política y la teología tienen enormes puntos de contacto. Podríamos decir que son tantos porque la primera es una disciplina que se escindió de la segunda, de la misma manera que en su momento la sociología lo hizo de la filosofía. Al igual que en este último caso, existe la tentación en muchos sociólogos en reducir los problemas filosóficos del hombre a cuestiones sociológicas, a convertirlos en simples capítulos bajo una mirada “científica”.

El lector de Hannah Arendt encontrará como la genial filósofa insiste en la vinculación entre la teología y la política. Ella, como filósofa política invitó a los teólogos a explorar los mismos problemas que ella, pero no encontró gran repercusión. No obstante, creo que sería muy útil revisar algunos de sus postulados y ver su aplicación a la teología en la Iglesia-ἐκκλησία, es decir, en la asamblea de los creyentes.

Lo primero que creo podemos rescatar es que para Arendt la política no es ni universal ni connatural al hombre, aún cuando sólo el hombre pueda ser un ser político.1 Lo mismo vale para la teología: sólo el Hombre tiene la capacidad de alcanzar conocimiento teológico, porque sólo él contó con la gracia de una elevación de su inteligencia hacia Dios; dicho de otra manera, Dios elevó la inteligencia humana al punto de que este puede contemplar su belleza (de forma limitada, claro está, pero real y concreta). No obstante, no todos los hombres han desarrollado conocimiento teológico, no todas las sociedades lo hicieron, ni todas las religiones ni todas las denominaciones, ni en todos los tiempos ese desarrollo se alcanzó.

Arendt señala que la característica de la política es la palabra, el consenso, el acuerdo y las relaciones de cooperación. El referente de lo antedicho fue la πόλις (polis), y su lugar el ἀγορά (ágora).2 Podemos esbozar como hipótesis, entonces, que la teología sólo ha tenido lugar en la ἐκκλησία en tanto que en ella ha dominado “La Palabra”, el Λογοσ (Logos). En la medida que las instituciones religiosas se esclerosaron y dejaron de lado el Λογοσ decayeron en una organización exotérica y ritualista, pero de la cual no se puede esperar vida. Así como una comunidad política al ser dominada por la violencia deja de ser política para convertirse en anti-política, una comunidad de creyentes, una ἐκκλησία que no es vivificada por el Λογοσ, sino que es dominada por el miedo, el ritualismo y la superstición, deja de ser ἐκκλησία y se convierte en un culto muerto que no tiene más atractivo que una reliquia en un museo. El mundo moderno se ha caracterizado por reducir la teología a una disciplina estéril, arcaica, una especulación sin sentido real ni concreto, reservado para una oligarquía de onanistas intelectuales. Debemos entonces devolver la teología a la iglesia, a la ἐκκλησία.

Julio Meinvielle: un integrismo desfasado

Hace pocos días cayó en mis manos un artículo sobre el presbítero Julio Meinvielle. En este blog ustedes pueden acceder a otro que escribí sobre él y que se titula Julio Meinvielle: una forma de integrismo anacrónico. A diferencia de mi artículo, el que leí fue redactado por alguien que ensalzaba la imagen del párroco y lo colocaba a la altura de uno de los más grandes teólogos del siglo XX. Me gustaría desarrollar algunas ideas al respecto en las siguientes líneas.

Iberoamérica no fue, desde que se inició el proceso de romanización de la Iglesia (es decir, durante el último cuarto del siglo XIX) una región destacada por sus grandes teólogos. Antes bien, parece que ha ocurrido lo contrario, quizás por ello mismo, autores como Derisi, Castellani o Meinvielle sobresalen y generan una multitud de seguidores y discípulos. No obstante, es menester hacer diferencias, cuando menos desde el punto de vista intelectual. Octavio Derisi, a diferencia de los otros dos, era un persona del ambiente académico. Filósofo y teólogo de formación, se volcó en su producción intelectual al mundo universitario. Leonardo Castellani, también con formación académica (eso es algo que él nunca dejaba de repetir) pasó por muchos géneros, metiéndose en cuanta polémica pudo, pero jamás tuvo en los ambientes de los profesionales del intelecto más lugar que el de la curiosidad… y convengamos que ha sido autor de un par de obras interesantes: Su traducción del Apocalipsis es interesante, tanto por las fuentes que empleó para tal tarea, como por los comentarios y la inspiración de los mismos.1 Finalmente, Julio Meinvielle merece un comentario por separado: identificado con el nacionalismo católico, ha sido comúnmente acusado de fascista, neo-fscita e ideólogo del antisemitismo. Pero ¿Cómo era el Padre Julio (como solían llamarlo en la intimidad) en cuanto intelectual? Hemos de puntualizar algunos aspectos, que se notan tanto en su prosa, como en los testimonios dejados por quienes lo conocieron. En mi trabajo sostuve que era un integrista desfasado. Aquí no reproduciré el paper, no obstante quisiera abordar algunas cuestiones del estilo del presbítero argentino y su postura teológica particular. Me gustaría en el futuro poder dedicarle más entradas.

Comencemos por algo que no es obvio: Julio Meinvielle no pretendió nunca pasar por un filósofo. Su producción intelectual es muy diferente a la de Castellani o la de Derisi. En primer lugar Meinvielle fue un párroco, su obra intelectual no puede separarse de su labor pastoral y a mi entender, aquí es dónde encontramos el punto más importante de la mala interpretación del cura de Versailles. Para él, escribir formaba parte de su labor sacerdotal, no pretendía ser un teólogo, aún cuando se entregara al estudio profundo de ciertos temas. Tampoco hacía escarnio de sus opositores, se limitaba a exponer lo que decían las cuatro fuentes a las que solía recurrir en todos sus escritos:

  1. El Magisterio de los Papas.
  2. Los doctores neo-tomistas
  3. la Tradición
  4. La Sagrada Escritura

Como ya señalé, el Padre Meinvielle a diferencia de Castellani no desea pasar por un intelectual, tampoco trató a sus oponentes como estúpidos, llamó a los centros de formación sacerdotal (por más que lo escandalizaran) “semiasnarios” y menos aún se burló de sus superiores.2 No, él se limitó a hacer de la Aeterni Patris una regla de vida. Al Padre Meinvielle No le importaba quedar marginado de los centros académicos ni intelectuales (cosa que si escandalizaba al díscolo jesuita) y conocía muy bien sus límites. De allí que en más de una oportunidad sobredimensionó el apoyo de la correspondencia con grandes intelectuales como prueba de que estaba en lo cierto. ¿Un ejemplo? El libro Correspondance avec le R.P. Garrigou-Larange a propos de Lamennais et Maritain de 1947.

Volvamos a las fuentes y citas. El orden es tan interesante como lógico para un sacerdote que se define como tomista: la Biblia es interpretada de manera auténtica por el Magisterio, que refleja a su vez la Doctrina del Doctor Angélico explicada por sus inérpretes legítimos, quien bebe de las fuentes de la Escritura y los Padres de la Iglesia. Meinvielle parece no perder tiempo inmiscuyéndose en quaestiones disputatae y si lo hace, lejos está de creerse portador de algún tipo de autoridad magisterial. Él se apoya en el Magisterio, los doctores tomistas, la tradición y finalmente la Escritura.

Otra cuestión muy interesante en Meinvielle es que apenas si escribió sobre su vida y su paso por el seminario. Habló, es cierto, ante intelectuales, pero también a los grupos juveniles de dónde reclutaba vocaciones.3 Al igual que varios años después en Estados Unidos hiciera Thomas Oden desde la paleoortodoxia, Meinvielle repite que se debe volver a las fuentes de la doctrina para responder a los problemas del presente. El problema radica en que, para Meinvielle, la fuente doctrinal está en el Magisterio, no en la Biblia. Hijo del modelo tridentino más craso, interpreta que la Tradición es anterior a la Escritura en cuanto a importancia. El Padre Julio Meinvielle en toda su obra, desde su primer libro Concepción católica de la política está cruzado por la propuesta de San Pío X “Instaurare omnia in Christo”: No deben buscarse en los últimos giros de la filosofía ni en los autores modernos las respuestas a un mundo en crisis, ni tampoco poner las esperanzas en ninguna forma de organización política. El hombre debe volver sus ojos al primer principio, Dios y a las fuentes de la revelación, que el catolicismo ha custodiado.4

Otra característica de la obra de Meinvielle es que la misma es a la vez orgánica, pero desordenada. Quien observa los títulos de los libros y realiza una lectura a vuelo de pájaro encontrará que los temas que toca son siempre los mismos: la teología y la política, o mejor dicho, la política desde la teología. En efecto, como neotomista pretendía reestructurar todos los saberes y prácticas dentro de la escuela del Angélico. Meinvielle hará de la Aeterni Patris un catecismo y una regla de conducta. Meinvielle evitará muchos problemas llegando a esconder su voz tras definiciones del Magisterio, a veces copiando largas citas del Enchiridion Symbolorum, que manejaba con destreza. Cada vez que debe recurrir a una cita de los Papas o Concilios, aparece la referencia al “Dezinger”, como se conoce también a esa compilación de documentos.

Dijimos que la obra de Meinvielle se presenta como orgánica, pero ¿Dónde estaría entonces el desorden? En la forma de escribir. Algunos de sus discípulos disculpan lo enrevesado de su lenguaje en que para entender a Meinvielle hace falta estar imbuido en el tomismo más estricto.5 Sin embargo, Meinvielle es un autor de escritura árida y poco elegante. Se limita a exponer sus tesis y sostenerlas con el magisterio, porciones de la escritura y largas citas o paráfrasis de Santo Tomás de Aquino. No obstante, a medida que leemos las obras de Meinvielle notamos una serie de características comunes: algunos de sus textos no parecen haber sido corregidos por el autor, muchos de sus libros en realidad no tienen la coherencia de tal tipo de obra, más bien se trataba (según los mismos discípulos y seguidores del párroco) de conferencias o charlas que alguien taquigrafiaba, pasaba a máquina y luego Meinvielle reunía (tras alguna lectura y complementar con las referencias correctas) y entregaba a una editorial que muchas veces se creaba con el único fin de publicarle los libros. Es suficiente con repasar los nombres de algunas de ellas: El trabajo ¿Qué saldrá de la España que sangra? Fue publicado por la “Asociación de los Jóvenes de la Acción Católica” en 1937, contaba con 87 páginas y fue una de las primeras ediciones de esa casa; su primera obra (Concepción católica de la política) fue impresa por Cursos de Cultura Católica; Hacia la cristiandad salió a la luz por una editorial llamada “Adsum”, que también parece haber editado el opúsculo El judío, luego reimpreso por otra editorial sui generis Gladium… Otra curiosidad de las obras de Meinvielle es la repetición. Eso se debía a que muchas veces sus discípulos y seguidores tomaban algunas obras y las reeditaban, agregando nuevos capítulos con un título nuevo. En el citado El judío, de 1937, que contó con seis ediciones, un nuevo título y alteraciones en el orden de los capítulos, pasó a ser conocida con el nombre de la tercera edición: El judío en el misterio de la historia.

¿Es un autor sencillo de leer? Claro que no, pero la complejidad de Meinvielle no radica en su “tomismo”, sino en su estilo y en el hecho de que tampoco pensaba como escritor. Meinvielle plasmaba en sus escritos lo que tenía en su cabeza, su primer debate con Jacques Maritain demuestra la incompatibilidad paralingüistica, que llevará al Padre Julio a escarbar en las obras del filósofo francés para encontrar la raíz de sus modernos errores. ¿Es un autor ortodoxo? Sin lugar a dudas refleja parte del pensamiento de la Iglesia Católica Romana de entreguerras, y con eso no estamos diciendo demasiado, lo sé. Nada más amplio hubo que ese abanico de ideas que iban desde el integrismo decimonónico, con aspiraciones a reconstituir una sociedad que ya había desaparecido, hasta el maurrasianismo de la Acción Francesa o los “fascismos católicos” que algunos intentaron (e intentan, tristemente hoy) forjar y unir. Meinvielle no era un fascista, tampoco era maurrasiano. Las razones que daba el magisterio (que comparaba y confrontaba con las otras tres fuentes) le parecían suficiente para rechazarlo. No, él fijaba sus ojos en aquel integrismo que pretendía una visión de la Iglesia que ya había desaparecido, una Iglesia decimonónica, más real en los manuales de historia de la Iglesia que en la realidad, donde bajo el amparo de la voz de Roma barriera a los errores modernos y sometiera a los díscolos y erróneos sacerdotes, obispos y cardenales que llevaban a la Iglesia a Babilonia.

Lamentablemente eso no ocurrió y él murió muy pronto como para comprobarlo.

Para acceder a mi artículo sobre Julio Meinvielle y su obra, puede hacer click aquí.


Notas

1Me pregunto ¿Habrá leído el Padre Leonardo Castellani Daniel and the Revelation, the Responde of History to the Voice of Prophecy de Uriah Smith, hay importantes puntos que así lo demuestran.

2Castellani, Leonardo, Seis ensayos y tres cartas, Buenos Aires, Dictio, 1973, p., 198.

3Ruiz Freites VE, Arturo, “Padre Julio Meinvielle (1905-1973). Notas biográficas”, en Diálogo, revista del IVE, n° 42-43, 2006.

4Meinvielle, Julio, Concepción católica de la política, Buenos Aires, Theoría, 1961, p., 8. La edición original es de 1932. La citada es la tercera, que además del libro original contiene una serie de apéndices sobre Charles Maurras.

5Buela, Carlos IVE, “Prólogo”, en Meinvielle, Julio, El Progresismo Cristiano, Cruz y Fierro, Buenos Aires, 1983.

La muerte de Iván Illich

Ayer 20 de febrero se cumplieron tres años de la muerte de mi padre. Precisamente ayer volví a leer uno de los mejores libros escritos que pasaron por mis manos: La muerte de Iván Illich. Puede descargar una buena edición electrónica haciendo click aquí.

Recuerdo que tenía 19 años cuando cayó en mis manos una edición barata de Lev Tolstoi (era tan barata que en la portada habían traducido el nombre como León Nicolás Tolstoy… por Lev Nikolaevich Tolstoi), que era una edición falsa, se notaba que era poco más que una fotocopia. Me asombró que el libro no tenía más que 90 páginas, lo compré y lo fui a leer a la “25 de mayo”. Quienes conozcan la ciudad de San Miguel, se ubicarán. Nunca había leído una obra de ficción que pudiera calificarse como realmente cristiana. De hecho, ese libro de Tolstoi me transformó y sigue haciéndolo hasta el día de hoy, como todas las obras de este genio ruso (como también Gógol y Dostoyevski) que están en mi biblioteca.

La historia trata de la vida y muerte del protagonista, una figura común y corriente (lo que en literatura inglesa se llama “everyman”) . La vida de Iván, nos dice el narrador, fue “la más ordinaria y, por lo tanto, la más terrible”. La representación de los valores superficiales por los que vive la sociedad de Iván (y por los cuales Iván vive hasta que un accidente que lo cambia la vida lo impulsa hacia la muerte) es un espejo de la sociedad moderna, a la cual acusa sin miramientos, pero también evitando los lugares comunes y la violencia decadente que vemos en sermones o escritos pseudos-teológicos de “pensadores tradicionales”.

Carl G. Jung: El hombre y sus símbolos

El 8 de febrero de este año estábamos con Lily en Santa Clara del Mar, para quienes no conocen es una ciudad balnearia a sólo dieciocho kilómetros de Mar del Plata, dentro del municipio de Mar Chiquita. En la Avenida Acapulco hay dos librerías en las que es posible hacerse de tesoros a muy bajo precio. Ese día, por la noche, entramos a “Alfonsina libros” y este año compré El hombre y sus símbolos de Carl Gustav Jung. Se trata de la edición de la Biblioteca Universal Contemporánea de 1984… es obvio que estamos ante una reimpresión.

El libro es en realidad una compilación que cuenta con una introducción de John Freeman en la que se relata el origen del mismo y como se delineó el trabajo y cuál era el objetivo original del mismo. Está dividido en cuatro secciones, cada una a cargo de un autor diferente: la primera corresponde a Jung y se titula “Acercamiento al inconsciente”, la segunda “Los mitos antiguos y el hombre moderno” por Joseph Henderson; la tercera parte fue escrita por Marie-Louise von Franz, “El proceso de individuación”; el cuarto capítulo de Aniela Jaffé se llama “El simbolismo en las artes visuales” y el quinto, “Símbolos en un análisis individual”, por Jolande Jacobi. La conclusión es de Marie-Louise von Franz (“La ciencia y el inconsciente”).

Esta obra, publicada por primera vez en 1964, es el último trabajo de Jung, ya que murió poco después de terminar su escrito y revisar las otras colaboraciones en 1961.

Se trata de un libro imperdible y de una riqueza conceptual única, con una sencillez que merece ser imitada por quienes pretenden tratar estos mismos temas. Si desea descargar el libro, haga click aquí y podrá acceder a una versión en PDF.

John Rawls y el aspecto espiritual del universo

Portada de la edición de Paidós, traducida por Ferran Meler-Ortí

Aproveché estas vacaciones para leer uno de mis libros pendientes: John Rawls. Consideraciones sobre el significado del pecado y la fe. Sobre mi religión, textos compilados por Thomas Nagel y editado por Paidós. Se trata de la tesis de licenciatura presentada en la Universidad de Princeton en diciembre de 1942, y de un breve texto (Sobre mi religión) en el que presenta la evolución de sus ideas religiosas.

La tesis de licenciatura de Rawls es, por demás interesante, y me gustaría en varios posteos tratar algunos de los aspectos que,a mi entender, permitirían una reflexión sobre la hermenéutica de la fe. En ella, el autor re-define el pecado desde una perspectiva social, en otras palabras, para Rawls la teología no entiende ya de la relación entre Dios y el Hombre, sino entre Dios y la sociedad, o mejor aún, entre Dios y las personas, porque, como explica, una persona no es un individuo. EN este sentido, la tesis es un verdadero desafío a las disciplinas que se derivan de la Teología: la eclesiología, la política y la sociología.

Me gustaría citar lo que él llama su propia “concepción del universo”:

El universo en su aspecto espiritual es una comunidad de personas que glorifican a Dios y están relacionadas con él. Por lo que podemos decir que Dios creó al mundo para establecer una comunidad así y que el fin hacia el que se dirige la creación es, precisamente, la formación de esa comunidad. El hombre pertenece a esa comunidad por el hecho de ser persona y la pertenencia a dicha comunidad es lo que distingue al hombre y lo que le separa y diferencia de las criaturas de la naturaleza. (p., 129)

Lev Tolstói y su relación con la Iglesia

Una de las formas de entender la relación de Lev Tolstói con la Iglesia ortodoxa es en el contexto de su búsqueda de certeza, certeza sobre la verdad. Esa relación fue paradójica, es decir, muy rusa y por consiguiente bastante ortodoxa.

En 1878, a la edad de 50 años, Tolstói estaba experimentando una especie de despertar religioso durante el cual asistía con frecuencia a la iglesia del pueblo queriendo absorber la espiritualidad de la gente. Sin embargo, en el año anterior a que comenzara la guerra ruso-turca el Zar ordenó orar en todas las iglesias por las tropas. Entre las oraciones había referencias (aparentemente) a la destrucción por la espada a los turcos y hacerlos volar por los aires con proyectiles. Para Tolstói esto implicaba un acto de hipocresía que no podría soportarse ¿Cómo puede el sacerdote proclamar el Evangelio de Cristo y al mismo tiempo rezar por la muerte de los enemigos?

El genial escritor nunca fue un fanático de la jerarquía de la Iglesia. Su cristianismo ortodoxo siempre se caracterizó por centrarse en la piedad del pueblo, los monjes y los ermitaños. Pero con lo que sintió como un último ultraje moral, Tolstói abandonó la Iglesia por completo y para siempre… más o menos. Es importante señalar que el rechazo de Tolstói a la doctrina de la Iglesia Ortodoxa no se basó en el racionalismo. Su rechazo no estuvo sustentado en el racionalismo, pero tampoco era un fideísta. Su protesta se basó en la hipocresía, le indignó que el mismo cuerpo moral que proclamó el mensaje de Jesús también promoviera las distinciones de clases, la opresión de los pobres y los débiles, y la violencia en muchas formas (particularmente guerras, pogromos y pena capital).

Si observamos el estado de la Iglesia Ortodoxa en Rusia durante la segunda mitad del siglo XIX, es difícil culpar a Tolstói por estar indignado. Leamos las palabras de Santa María Skobtsova, o Santa María de París, una monja ortodoxa rusa que vivió entre los exiliados en Francia y así salvó su vida durante la tribulación roja; murió en el campo de concentración de Ravensbruck en 1945 en manos de otro sistema totalitario, tan anticristiano como el que se había cernido sobre la Santa Rusia. Volvamos, en el año 1938, Santa María escribió:

Los reformadores de la Iglesia de la época de Pedro [el Grande, 1720] fueron los menos reformadores. Nunca se sintieron profetas o santos. Laicizaron y secularizaron la Iglesia; tomaron el mundo de su jurisdicción y llevaron su fuego al desierto, al bosque, a las [ermitas], a monasterios remotos y aislados.
No debemos cerrar los ojos ante el hecho de que ellos
[los reformadores] lograron mucho. La ortodoxia sinodal [encabezada por un laico designado por el zar] … en realidad se convirtió en uno de los departamentos del gran Estado de Rusia. La jerarquía, decorada con medallas y cintas estatales, a menudo tenía la psicología de una importante burocracia imperial.
No hace falta enumerar los innumerables hechos que hablan de esta secularización en los siglos XVIII y XIX. Sólo podemos decir que es precisamente lo que condujo a la separación de la Iglesia de toda la parte culta e investigadora de la nación: la intelectualidad rusa.

Como señalamos líneas arriba, incluso los cristianos devotos encuentran difícil ser demasiado duros con Tolstói. Sin embargo, el autor de Anna Karénina no lo pone nada fácil. Cuando él rechazó a la Iglesia como institución, puso todo su intelecto, capacidad de escritura, fortuna y fama en atacar a la Iglesia, o mejor dicho, aquello que llamamos “Iglesia Institucional”. Al hacerlo afirmó (quizás sin percatarse de las consecuencias de sus palabras) que los sacramentos eran dañinos y que la jerarquía era lo contrario de lo que Cristo pretendió que fuera el cristianismo.

Particularmente, Tolstói criticó a la Iglesia por su supuesta pretensión de infalibilidad y esto es un asunto muy interesante para detenernos, porque la infalibilidad fue un tema importante en los pensadores modernos. En 1870 se declaró que el Papa, el Obispo de Roma y sucesor de San Pedro tenía el poder de ser infalible bajo ciertas condiciones, cuando como Sucesor de Pedro enseñaba sobre Fe y Moral. Esto fue la consecuencia lógica del desarrollo de la teología escolástica, una teología en la línea de la lógica aristotélica: algo es o no es, o se es blanco o se es negro. Tal pensamiento no fue parte de la reflexión teológica cristiana antes del siglo XII, pero luego penetró en la Iglesia Latina, se apoderó de ella y de allí pasó a sus hijas rebeldes, las comunidades reformadas.

En cambio, la iglesia ortodoxa continuó persiguiendo la reflexión teológica basada en la experiencia mística para la cual las palabras y los conceptos solo podían servir, en el mejor de los casos, como íconos que apuntaban a algo más allá de sí mismos. Por lo tanto, en la tradición ortodoxa, “el sí” y “el no” no son necesariamente excluyentes entre sí. Es decir, debido a las limitaciones humanas, el “sí” de un santo y el “no” de otro santo podrían apuntar a la misma realidad mística.

En el siglo XVIII, Rusia estuvo bajo la influencia de la teología pseudo-tomista y la escolástica barroca, por lo que se requirió que los seminaristas rusos aprendieran latín, no griego, y muchos conceptos y categorizaciones occidentales influyeron en el mundo teológico de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Así llegamos a una Iglesia en la Rusia de Tolstói contaminada con las tendencias occidentales, que minimizan la experiencia mística a favor de la lógica y la escolástica esclerosada. La Iglesia Romana reivindica la infalibilidad de una persona, el Papa; los teólogos ortodoxos rusos de este período afirmaron la infalibilidad de los concilios ecuménicos. Tolstói rechazó la afirmación de infalibilidad de cualquier iglesia. Quien lea el capítulo III de El Reino de Dios está en vosotros notará esta lucha que presenta Tolstói, que es la lucha de su alma, de su mente.

Pero aquí está la ironía: la infalibilidad no es una categoría cristiana ortodoxa. Es una categoría que ingresó a la Iglesia Ortodoxa Rusa durante su período de latinización (¿Un cautiverio en Babilonia? ¿Una tentación? ¿Un espejismo laodicense?). Entonces, al rechazar la afirmación de infalibilidad de la Iglesia Ortodoxa Rusa del siglo XIX, Tolstói en realidad no estaba rechazando la doctrina cristiana ortodoxa, sino la corrupción de la misma. Su posición no era diferente, en ese sentido al de los raskólniki, de una Feodosia Morozova o el gran Avvakum Petrov.

No obstante, la mordaz condena de Tolstói a la Iglesia y sus sacramentos resultó en su excomunión oficial en 1901. Aunque se habló mucho de este acto oficial, en realidad solo fue un reconocimiento de lo que Tolstoi había estado diciendo durante años. Dado que Tolstoi se separó tan públicamente de la Iglesia, la Iglesia simplemente lo oficializó..

Uno de los hechos que no se mencionan a menudo en relación con Tolstói y la Iglesia Ortodoxa es que visitó, al menos cinco veces, el monasterio de Optina. Optina era famosa por sus ancianos “portadores de espíritu” (los staretzi). De hecho, en el último mes de su vida, Tolstoi (según narra en su diario), estaba releyendo a Los hermanos Karamozov de Dostoyevsky y menciona específicamente al anciano Zosimos, el staretz en la novela, pero inspirado en el staretz Ambrosy del monasterio de Optina.

Y así, cuando Tolstói comienza su exilio autoimpuesto unos días antes de su muerte, se encamina al monasterio de Optina, y allí tras pasar la noche queda de pie frente a la cabaña del anciano Joseph debatiéndose si llamar o no a la puerta. Al final, no lo hace. Unos días después, Tolstói morirá de neumonía. El anciano Joseph enviará al anciano Barsanuphius para que lo acompañe en la agonía. Por desgracia, los seguidores de Tolstói no permitirán que nadie lo vea, ni siquiera su familia, hasta que entre en coma.

Tolstói condenó a la Iglesia Ortodoxa de la Rusia del siglo XIX, que en muchos sentidos, quizás, merecía condena. Sin embargo, como dijo GK Chesterton, “la herejía es la verdad enloquecida“. De modo que Tolstói, habiendo logrado apoderarse de una parte de la verdad y alimentado por su rabia por los fracasos de la Iglesia Ortodoxa Establecida, para vivir de acuerdo con sus propios preceptos, tomó su verdad y condenó otras verdades con ella. Su verdad se convirtió en el único criterio.

Desafortunadamente, al final, Tolstói descubrió que condenar a los demás por no vivir según el ideario que él estableció como norma del cristianismo era mucho más fácil que vivir y morir, él mismo según esos ideales.

El reino de Dios está entre vosotros

Muchas versiones conservadoras y antiguas de la sagrada escritura vierten el texto de Lucas 17:21 como “…el reino de Dios está en vosotros”. Esto ha llevado a una gran cantidad de especulaciones teológicas muy interesantes, así también como a la producción de libros que son casi, de lectura obligatoria, como es el caso del clásico de Lev Tolstói “Царство Божие внутри вас” (El reino de Dios está en vosotros, que pueden descargar completo en español aquí)

La palabra “dentro” se traduce del griego εντος, utilizado sólo dos veces en el Nuevo Testamento. Su significado principal es “dentro”, como se representa en Mateo:

Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo que está de fuera del vaso y del plato; mas de dentro están llenos de robo y de injusticia. 
¡Fariseo ciego, limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera se haga limpio! 

οδηγοι τυφλοι οι διυλιζοντες τον κωνωπα την δε καμηλον καταπινοντες 
ουαι υμιν γραμματεις και φαρισαιοι υποκριται οτι καθαριζετε το εξωθεν του ποτηριου και της παροψιδος εσωθεν δε γεμουσιν εξ αρπαγης και ακρασιας 

Mt 23:26-27

Sin embargo, cuando se utiliza junto con un sustantivo plural, εντος significa “entre” o “en medio de.” En Lucas 17:21, εντος está en el siguiente contexto:

ουδε ερουσιν ιδου ωδε η ιδου εκει ιδου γαρ η βασιλεια του θεου εντος υμων εστιν 

Lc 17:21

Desde el contexto, podemos ver que Jesús estaba hablando a una multitud de fariseos, que habían venido a interrogarlo sobre el Reino de Dios (versículo 20). “El reino de Dios está entre vosotros” es la mejor traducción, como se ha vertido en muchas versiones en español, no así en iglés (KJV e inlcuso la NIV).

Incluso sin este conocimiento técnico del griego, podríamos haber entendido fácilmente que “dentro” es una traducción pobre y engañosa. Cristo estaba respondiendo a una pregunta formulada por los fariseos,y les respondió directamente: “Les respondió y les dijo: … ‘el reino de Dios está dentro de vosotros.” Pero, ¿cómo podría el Reino de Dios estar dentro de sus enemigos más amargos? ¿Cuántas veces los señaló como hipócritas y embaucadores? Desde el punto de vista teológico, es imposible pensar que el Reino estaría en los fariseos.

Sólo después de haber hecho esta observación, se dirigió a sus discípulos (versículo 22) y explicó lo que quiso decir. El tema de toda la sección (versículos 20-37) se expresa de manera explícita en el versículo 30: “Como esto será el día en que el Hijo del hombre se manifestará.” Todo el tiempo estuvo explicando sobre la Parusía. Cuando regrese Cristo, establecerá Su Reino en la tierra:

Y Jehová será rey sobre toda la tierra. En aquel día Jehová será uno, y uno su nombre (RVA)

Y reinará Yahvé sobre la tierra toda, y Yahvé será único, y único su nombre. (NC)

והיה יהוה למלך על־כל־הארץ ביום ההוא יהיה יהוה אחד ושׁמו אחד׃

Zac 14:9

Si el Reino sigue siendo futuro, ¿cómo podría decir que “el reino de Dios está entre vosotros”? Para responder a esto, debemos volver a las cuatro características de un reino señalados por la teoría política: un rey,que gobierna con la ley sobre una serie de súbditos que viven dentro de un determinado territorio. El rasgo principal es que un reino debe ser gobernado por un rey; de lo contrario, el país tiene alguna otra forma de gobierno. Un rey de cualquier nación es el principal representante de esa nación. Y el Rey del Reino de Dios no es otro que Jesucristo.

Pilato le preguntó a Jesús:

Así que, Pilato volvió á entrar en el pretorio, y llamó á Jesús, y díjole : “¿Eres tú el Rey de los Judíos?” Respondióle Jesús: “¿Dices tú esto de ti mismo, ó te lo han dicho otros de mí?”. Pilato respondió: “¿Soy yo Judío? Tu gente, y los pontífices, te han entregado á mí: ¿qué has hecho?”. Respondió Jesús: “Mi reino no es de este mundo: si de este mundo fuera mi reino, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado á los Judíos: ahora, pues, mi reino no es de aquí.” 
Díjole entonces Pilato: “¿Luego rey eres tú?” Respondió Jesús: “Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio á la verdad. Todo aquél que es de la verdad, oye mi voz.” 
Dícele Pilato: “¿Qué cosa es verdad?” Y como hubo dicho esto, salió otra vez á los Judíos, y díceles : “Yo no hallo en él ningún crimen. “

Jn 18: 33-38

Si observamos, Pilato no soporta la respuesta de Jesús. Le pregunta si es Rey, y luego ¿qué es la verdad?. Él tenía a la Verdad misma delante de sus ojos, pero no pudo soportarla.

Si volvemo a Lucas 17:21 podemos comprender ahora, que, como Rey del Reino de Dios, podía decirle a los fariseos que el Reino de Dios estaba allí, entre ellos.

El jardín y la soledad, apuntes sobre Thomas Traherne

Cuando llegué al campo, y estando sentado entre árboles silenciosos, tuve todo mi tiempo en mis propias manos, resolví gastarlo todo, costara lo que me costara, en la búsqueda de la felicidad”, así escribió el sacerdote del siglo XVII, filósofo y poeta Thomas Traherne. Este brillante escritor y pensador reconoció algo especial: el tiempo que pasó apartado, tranquilamente en un jardín o en la naturaleza, abrió su mente a un nuevo nivel de conciencia.
Un jardín, un espacio verde seguro, al calmar las funciones del cuerpo y reducir el estrés, abre la mente para ser más consciente de todas las cosas. Traherne entendió esto tras la excelente educación en Oxford; cuando se sentó tranquilamente bajo un árbol en el campo y se dio cuenta de que su alta educación había omitido tanto. En este punto resolvió dedicar su tiempo a buscar la felicidad y la parte de Dios en esto. Su mente se abrió a un nuevo comienzo, una apertura de la mente que ninguna cantidad de aprendizaje profundo en un entorno ocupado podría revelar.
La soledad en un jardín es una de las formas más bendecidas y nutritivas de pasar el tiempo. Muchos pueden dar testimonio de un despertar o de la sanación que tuvo lugar en un jardín. Pero es importante entender el significado correcto de la soledad en este contexto. Se trata de tener una mente clara, abierta y despejada por medio de la lejanía, de estar lejos de las distracciones. Esta es la soledad de la que habla Thomas Traherne, la misma que nos permite sentir la presencia de Dios.

C.S. Lewis y la Theosis

Cuando era estudiante en la secundaria tomé la costumbre de ir hasta la Plaza Mitre, en San Miguel y perderme en las librerías circundantes. Ya en la Universidad los fines de semana era un asiduo visitante de la feria en la que varios puesteros vendían libros usados. Allí, con un poco de paciencia era posible encontrar libros muy buenos y en buen estado. Fue así que di con C.S. Lewis.

Lewis ocupa un lugar bien merecido en el canon de los intelectuales cristianos modernos. Esto también implica la existencia de una hagiografía que, como es costumbre de ese género, es un poco artificial y fantasiosa. Sin embargo, allí en la feria pude dar con algunos libros biográficos interesantes y que se referían al “Lewis histórico” y algunas facetas más exóticas de su personalidad espiritual. El ocasionalmente problemático de Wilson CS Lewis : una biografía (Norton, 1990), sin embargo, documenta claramente que el anglicanismo de Lewis tenía una orientación a la high-church, e incluso católica. Cada domingo asistía a la primera Eucaristía en su iglesia parroquial en Headington, que estaba dirigida por los Padres Cowley, una orden religiosa anglicana. Uno de estos sacerdotes fue su director espiritual durante varios años. Lewis también participó en la práctica la confesión privada a este mismo sacerdote, lo cual escandalizaría a los evangélicos norteamericanos actuales que lo han convertido en una suerte de nuevo Wesley.

Por otra parte en un artículo publicado en la excelente revista Road to Emmaus, titulado “Shine as the Sun”, cuyo autor es Chris Jensen, somos testigos del apoyo de Lewis a la doctrina de la θέωσις/Theosis. Según la definición de Jensen, la teosis es

… la cumbre de un proceso gradual por el cual los seres humanos se reintegran a la vida de Dios, comenzando con la restauración de la imagen de Dios a través del bautismo y continuando con la purificación del corazón y la iluminación por la gracia divina … theosis … es la unión inefable del alma con Dios. Incluso en esta elevada cumbre, se nos dice que el estado de perfección es relativo y no absoluto; es dinámico, no estático, ascendiendo eternamente “de gloria en gloria” (2Cor. 3:18). En palabras de San Gregorio de Nissa, “La verdadera perfección nunca se detiene, sino que siempre crece hacia lo mejor”. Esta noción de epektasis, de vida eterna como progreso infinito e interminable, se encuentra en Padres de la Iglesia como San Ireneo y San Máximo el Confesor y el mismo Lewis se hace eco memorablemente en el pasaje final de La última batalla .

No puedo hacer plena justicia al sustancioso ensayo de Jensen en este pequeño espacio, pero cerraré con un par de citas de Mere Christianity, el cual adquirí en aquella plaza por la friolera suma de $23 del año 2004, y que cita al afirmar que Lewis es un “ortodoxo anónimo”:

Dios nunca quiso que el hombre fuera una criatura puramente espiritual. Es por eso que Él usa cosas materiales como el pan y el vino para darnos vida nueva. Podemos pensar que esto es bastante crudo y no bíblico. Dios no: Él inventó la comida. Le gusta la materia. Él la inventó (p. 65).

Debes darte cuenta desde el principio que la meta hacia la cual [Dios] comienza a guiarte es la perfección absoluta; y ningún poder en todo el universo, excepto tu mismo, puede evitar que Él lo lleve a esa meta … si lo dejamos, porque podemos evitarlo, si lo elegimos, Él hará al más débil y sucio de nosotros en un dios o una diosa, una criatura inmortal deslumbrante y radiante, que palpita con tanta energía, alegría, sabiduría y amor que no podemos imaginar ahora (págs. 174, 176).

Naturalmente vuelve a nuestra mente, como si fuera una lejana melodía la afirmación de San Irineo de Lyon:

Jesucristo que, a causa de su amor superabundante, se convirtió en lo que nosotros somos para hacer de nosotros lo que él es.