Ayer 20 de febrero se cumplieron tres años de la muerte de mi padre. Precisamente ayer volví a leer uno de los mejores libros escritos que pasaron por mis manos: La muerte de Iván Illich. Puede descargar una buena edición electrónica haciendo click aquí.
Recuerdo que tenía 19 años cuando cayó en mis manos una edición barata de Lev Tolstoi (era tan barata que en la portada habían traducido el nombre como León Nicolás Tolstoy… por Lev Nikolaevich Tolstoi), que era una edición falsa, se notaba que era poco más que una fotocopia. Me asombró que el libro no tenía más que 90 páginas, lo compré y lo fui a leer a la “25 de mayo”. Quienes conozcan la ciudad de San Miguel, se ubicarán. Nunca había leído una obra de ficción que pudiera calificarse como realmente cristiana. De hecho, ese libro de Tolstoi me transformó y sigue haciéndolo hasta el día de hoy, como todas las obras de este genio ruso (como también Gógol y Dostoyevski) que están en mi biblioteca.
La historia trata de la vida y muerte del protagonista, una figura común y corriente (lo que en literatura inglesa se llama “everyman”) . La vida de Iván, nos dice el narrador, fue “la más ordinaria y, por lo tanto, la más terrible”. La representación de los valores superficiales por los que vive la sociedad de Iván (y por los cuales Iván vive hasta que un accidente que lo cambia la vida lo impulsa hacia la muerte) es un espejo de la sociedad moderna, a la cual acusa sin miramientos, pero también evitando los lugares comunes y la violencia decadente que vemos en sermones o escritos pseudos-teológicos de “pensadores tradicionales”.
Leí la novela en una situación muy triste de mi vida. Los autores rusos tienen la bendición de poder tocarnos el corazón.
Te comprendo. Cuando mi padre estaba muy enfermo leí “La invención de la soledad”. Gracias por tus gentiles palabras.