El Emphatic Diaglott, conocido en español como Diaglottón Enfático, constituye una pieza singular en la historia de las traducciones bíblicas. Puede descargarlo desde este enlace. Publicado por primera vez en 1864 por Benjamin Wilson, miembro del movimiento cristadelfiano, ofrece una versión interlineal del Nuevo Testamento griego con su correspondiente traducción inglesa literal, acompañada por una traducción inglesa fluida en paralelo. Su título mismo, diaglott, indica la intención de presentar el texto en dos lenguas, como puente entre la lengua original y el lector moderno.
Benjamin Wilson, nacido en Inglaterra y emigrado a los Estados Unidos, fue un autodidacta en griego koiné. Su propósito era claro: acercar al lector común al texto sagrado sin necesidad de mediaciones académicas o confesionales. En una época en la que el Textus Receptus seguía dominando el panorama protestante y la King James Version era la norma cultural, Wilson buscó ofrecer un instrumento que permitiera observar de inmediato las correspondencias palabra por palabra, subrayando con tipografía enfática aquellos términos que consideraba fundamentales para captar el sentido original.
La obra se caracteriza por un doble movimiento. Por un lado, la columna interlineal coloca cada vocablo griego con su equivalente inglés debajo, ofreciendo una literalidad extrema que, si bien resulta útil para el estudio, adolece de cierta torpeza idiomática. Por otro lado, la traducción inglesa fluida procura transmitir el sentido de manera más natural, aunque también aquí se advierte la huella doctrinal del autor. Wilson no pretendía la neutralidad, sino la fidelidad a su comprensión unitaria del cristianismo. De allí que en pasajes teológicamente sensibles, como Juan 1,1, su elección de términos favorezca interpretaciones anti-trinitarias.
La recepción del Diaglottón Enfático fue limitada en su origen, pero en 1902 la Watch Tower Bible and Tract Society lo adquirió y comenzó a difundirlo masivamente, marcando así a generaciones de Testigos de Jehová en sus primeros decenios. Para ellos, el Diaglott fue mucho más que un recurso filológico: se convirtió en una confirmación de su lectura doctrinal de la Escritura, hasta que finalmente fue desplazado por la Traducción del Nuevo Mundo.
En el mundo académico, sin embargo, la acogida fue tibia. Aunque se reconoció el mérito de haber ofrecido a un público amplio el acceso directo al griego del Nuevo Testamento, se le criticó la falta de rigor filológico. Wilson no era un especialista de formación universitaria y su conocimiento de la lengua, aunque apasionado, no alcanzaba los estándares que comenzaban a imponerse con el trabajo de críticos como Tischendorf, Westcott y Hort. En consecuencia, el Diaglott ocupa un lugar intermedio: demasiado innovador para los tradicionalistas y demasiado limitado para los filólogos.
Si se lo compara con otras versiones de su tiempo, se advierte su carácter de transición. Frente a la King James Version y al Textus Receptus, supone un esfuerzo por retornar al texto griego y liberarse de la rigidez de la tradición recibida. Ante la Revised Version de 1881, resulta menos sofisticado en cuanto a aparato crítico, pero se anticipa en su intención de fundamentar la traducción en manuscritos más fiables. Frente a las versiones católicas de la época, como la Douay-Rheims, carece de notas doctrinales, pero introduce un sesgo interpretativo igualmente marcado por el unitarismo.
El valor del Diaglottón Enfático reside sobre todo en su función histórica. Representa el anhelo de democratizar el acceso al texto original en un tiempo en que la erudición bíblica era patrimonio casi exclusivo de seminarios y universidades. Para los movimientos marginales y restauracionistas, ofreció una legitimidad filológica mínima que reforzó su identidad. No puede considerarse un modelo de exactitud, pero sí un testimonio de un momento cultural en el que el pueblo de Dios buscaba leer la Escritura sin mediaciones tradicionales, aun a riesgo de simplificaciones y sesgos.
Hoy su interés no es práctico sino historiográfico. Más que un recurso para el estudio serio del griego bíblico, es un documento que ilustra el clima religioso e intelectual del siglo XIX. El Diaglottón Enfático nos recuerda que toda traducción es también un acto hermenéutico y que, incluso en sus limitaciones, puede abrir caminos. Es, en suma, una obra de frontera: ni plenamente científica ni puramente devocional, sino un esfuerzo apasionado por poner la Palabra en manos del pueblo, con la convicción de que el contacto con el original podía renovar la fe y dar fuerza a comunidades emergentes.
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