Teología

Obras Completas del Pseudo Dionisio Areopagita

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En el silencio recogido del ábside, cuando las campanas cesan y la última vela arde con fatiga, es cuando la voz del Pseudo Dionisio se vuelve más clara. No grita, no impone, no diserta: susurra. Y su murmullo no viene del siglo primero, como él afirma con pía astucia, sino de esa penumbra venerable que es el cristianismo tardoantiguo, cuando la fe y la metafísica aún caminaban del brazo por los claustros del alma.

¿Quién fue este “Areopagita”, que no era ni de Atenas ni del tiempo de Pablo, pero que adoptó ese nombre con la misma reverencia con que un monje toma un hábito? No lo sabemos con certeza —y bendita sea tal ignorancia—, pues su anonimato no es una carencia sino un velo, y su ocultamiento no un defecto, sino una pedagogía. Mystica theologia, llama a uno de sus tratados. No doctrina, no suma, sino mystica: porque el conocimiento de Dios, en último término, no se posee, se recibe.

El presente volumen reúne el corpus completo de sus obras, traducidas con una sobriedad que honra el estilo original: La Jerarquía Celeste, La Jerarquía Eclesiástica, Los Nombres Divinos, Teología Mística y las Cartas. En estos textos, el lector no encontrará la exposición sistemática tan propia de la soberbia escolástica, sino un itinerario ascendente, una scala coeli donde cada peldaño está marcado por la purificación, la iluminación y la unión —esos tres verbos que son también tres fuegos.

El influjo de Dionisio es incalculable. Oriente lo veneró como un místico; Occidente lo canonizó casi como teólogo. San Máximo el Confesor fue su exégeta más fiel; Tomás de Aquino su lector más sistemático. La Divina Comedia de Dante le debe más de lo que suele admitirse.

Pero ¿qué relevancia tiene hoy Dionisio? En una época que exige claridad inmediata y desprecia el símbolo; que reduce lo espiritual a lo emocional, y la teología a sociología pastoral, Dionisio es una piedra de tropiezo y, precisamente por ello, una piedra angular. Nos recuerda que lo santo es inefable, que el lenguaje teológico ha de ser poético antes que práctico, y que lo divino no se capta por concepto, sino por comunión.

Aquí, entonces, no se ofrece simplemente una obra patrística. Se ofrece un mapa hacia la divina tiniebla, donde sólo quien ha renunciado a saber puede empezar a ver. Publicarla bajo el nuevo nombre de este sitio, Documenta Theologica, es un acto de custodia y de esperanza. Custodia, porque preservamos un testimonio que el mundo moderno preferiría olvidar. Esperanza, porque creemos que aún hay almas que, sedientas de lo alto, sabrán encontrar en estas páginas un vestigio de luz.

Ut innotescat nobis Deus, sicut est, per auctorem lucis, qui est supra omnem lucem: Jesus Christus Dominus noster. Amen.


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