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John Meyendorff: The Primacy of Peter. Essays in Ecclesiology and the Early Church

En tiempos en que la discusión sobre el primado de Roma suele estar teñida de polémica o de simple recelo, la reedición de este volumen de ensayos constituye un verdadero acontecimiento. The Primacy of Peter, aparecido inicialmente en 1963 y reimpreso en 1992, recoge voces mayores de la teología ortodoxa contemporánea (Meyendorff, Afanassieff, Schmemann, Kesich, Koulomzine) y las pone a dialogar con la tradición bíblica y patrística. El resultado es un libro de sorprendente actualidad: no un panfleto antirromano, sino una búsqueda seria de cómo entender hoy, a la luz de la Iglesia indivisa, el papel de Pedro y de Roma. Me gustaría, además de dejar el libro para su descarga, relizar un repaso por sus capítulos, que etsoy seguro, será de utilidad para los lectores.

El mérito de volver a las fuentes

El volumen abre con Nicholas Koulomzine, quien examina “el lugar de Pedro en la Iglesia primitiva”. Su lectura de los Hechos de los Apóstoles es fina y respetuosa: Pedro es claramente el primero entre los Doce, pero no un monarca. Su primacía está inseparablemente unida a Pentecostés, a la comunidad apostólica y al carácter irrepetible de aquella Iglesia de Jerusalén. Koulomzine subraya lo obvio y lo olvidado: Pedro nunca habla ni actúa aislado, sino siempre en comunión.

Veselin Kesich continúa con un estudio de los textos neotestamentarios y de la tradición antigua. Se percibe aquí la firmeza con que el cristianismo primitivo reconoció en Pedro una voz singular, pero también la ausencia de cualquier noción de jurisdicción universal. Kesich logra un equilibrio admirable: reconoce la centralidad del apóstol sin forzar los textos ni pretender deducir de ellos un modelo posterior.

Bizancio y la memoria petrina

El propio Meyendorff ofrece un ensayo sobre la recepción de Pedro en la teología bizantina. Se aprecia su capacidad de síntesis: Bizancio nunca negó un primado, pero lo entendió como primado de honor, no de dominio. El obispo de Roma, en la visión oriental, debía presidir en la caridad, no gobernar en soledad. Para quienes, vemos muchas veces en Bizancio un espejo más cercano al cristianismo indiviso, este capítulo es de una claridad luminosa.

Afanassieff y la eclesiología eucarística

Uno de los textos más valiosos es, sin duda, el de Nicholas Afanassieff: La Iglesia que preside en el amor. Aquí aparece la célebre noción de eclesiología eucarística, según la cual cada Iglesia local, reunida en torno al obispo y a la Eucaristía, es plena y católica en sí misma. Sin embargo, Afanassieff no se refugia en un localismo autosuficiente: reconoce que puede y debe existir una presidencia de amor que garantice la comunión entre todas. La grandeza de este planteo radica en que permite pensar el primado de manera positiva, no solo como rechazo al papado romano.

Schmemann y los desafíos internos de la Ortodoxía

El ensayo de Alexander Schmemann, La idea de primacía en la eclesiología ortodoxa, es quizás el más profético. Con valentía, denuncia el riesgo de que la ortodoxía, en su reacción al papado, termine cayendo en el nacionalismo eclesiástico y en la fragmentación. La ausencia de un principio de unidad visible, temido por parecer demasiado “romano”, puede convertirse en debilidad mortal. Schmemann reclama una primacía auténticamente ortodoxa, que supere la mera suma de iglesias nacionales y que encarne la catolicidad de la Iglesia en su conjunto.

Un volumen coral, no unánime

La riqueza del libro está precisamente en que no ofrece una “línea oficial”, sino un mosaico de aproximaciones. En todos los casos, sin embargo, late una convicción común: el primado no es un accidente histórico ni una pretensión ilegítima, sino una dimensión intrínseca de la vida eclesial. Lo que se discute es su forma, su ejercicio.

Conclusión

The Primacy of Peter es una llamada a la honestidad teológica y al realismo eclesial. Meyendorff y sus colegas nos recuerdan que el debate sobre Pedro no es un vestigio medieval, sino la clave para toda verdadera unidad cristiana. La alternativa no es entre aceptar sin más el papado romano o resignarse al aislamiento confesional: existe la posibilidad de un primado en el amor, de un servicio a la unidad que no borre la identidad de cada Iglesia.

Para quienes soñamos con una Christianitas reconciliada (ni uniformidad romanista, ni tribalismo eclesial), este volumen es lectura indispensable. No ofrece soluciones fáciles, pero sí abre horizontes. Y, sobre todo, nos enseña que la figura de Pedro, el apóstol que cayó y se levantó, sigue siendo hoy el espejo de la Iglesia entera: frágil, pero llamada a presidir en la verdad y en la caridad.


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Published inReseñas y lecturas

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