Gregorio de Palamas: Dios envía desde lo alto su abundante ayuda a todos

El martirio de San Esteban

San Gregorio de Palamas nos enseña la importancia del martirio como virtud suprema, estando en esto plenamente de acuerdo con San Agustín, pero además, señaló la posibilidad de alcanzar el estado de perfección. Meditemos esta enseñanza:

“Considere el significado de estas palabras proféticas y trate de entenderlas. El salmo dice que Dios da fuerza y ​​poder a todo su pueblo, porque en Dios no hay acepción de personas; sin embargo, es sólo en sus santos que nos llena de asombro. Porque así como el sol derrama abundantemente desde lo alto sus rayos sobre todos por igual, pero sólo los que tienen ojos pueden verlos, y sólo si sus ojos están abiertos, así también Dios envía desde lo alto su abundante ayuda a todos, ya que él es la fuente de salvación y de luz, siempre rebosante de misericordia y bondad. Sin embargo, no es cualquiera quien puede beneficiarse tanto de su gracia y poder como para practicar y llegar a ser perfecto en la virtud, o incluso realizar milagros, sino solo aquellos de buena disposición, que muestran su fe en Dios y su amor por él con sus acciones, que se apartan completamente del mal.

Cristo no sólo extiende su mano invisible desde el cielo a los que luchan, sino que también nos alienta de manera perceptible a través de las palabras del evangelio: A todo el que me reconozca delante de la gente, yo también lo reconoceré delante de mi Padre en cielo. La Iglesia de Cristo honra incluso después de su muerte a aquellos que han vivido una vida verdaderamente piadosa. Todos los días del año se conmemora a los santos que partieron de aquí ese día, dejando esta vida mortal. Nos presenta la vida de cada uno de ellos para nuestro beneficio, y también nos muestra cómo murió cada uno, si durmieron en paz o terminaron sus vidas en el martirio. En este día, sin embargo, la Iglesia los reúne a todos y entona un himno común en su honor.

Mis hermanos y hermanas, honremos también nosotros a los santos de Dios. ¿Cómo los honraremos? Imitándolos, purificándonos de toda mancha de cuerpo y de espíritu y dejando de pecar hasta que, por esta abstinencia, seamos llevados a una santidad como la de ellos. Al menos en estos días festivos, ofrezcamos a Dios cuerpos y almas que sean aceptables para él, para que también nosotros, por las oraciones de los santos, obtengamos una participación en su gloria y bienaventuranza eterna. Que todos lleguemos a esto por la gracia y misericordia de nuestro Señor Jesucristo, a quien con su Padre eterno y el Espíritu santísimo, bueno y vivificante, es la gloria ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.”