Los Sermones de San Agustín son únicos: vibramntes, actuales, anclados en la Escritura. Quien los lee puede imaginar al Doctor de la Gracia exponiendo con cuidado, con erudición y con pasión. Hoy quisiera rescatar un breve fragmento del Sermón 286, especialmente en su referencia a San Pedro. Allí San Agustín aborda dos características del hombre: por un lado la herocidad, pero por otro su fragilidad. El análisis sobre San Pedro lo realiza en el contexto de la fiesta de los mártires Gervasio y Protasio
¿Qué hemos de decir de Pedro? Anunció a Cristo, fue enviado a evangelizar aun antes de la pasión del Señor. Sabemos, en efecto, que los apóstoles fueron enviados a anunciar el Evangelio; fue enviado y lo anunció. ¡Cuán superior era a aquellos judíos que temían confesarlo públicamente! Pero, con todo, aún no era comparable a Gervasio y Protasio. Ya era apóstol, el primero de ellos; estaba unido al Señor. Se le había dicho: Tú eres Pedro, pero aún no era Gervasio o Protasio, aún no era Esteban, ni el niño Nemesiano; aún no era esto Pedro. Aún no era lo que ciertas mujeres o niñas, lo que Crispina., lo que Inés; aún no era Pedro lo que la debilidad femenina de estas.
Yo alabo a Pedro, pero comienzo sintiendo rubor ante él. ¡Qué alma tan dispuesta, pero que no sabía medir sus fuerzas! En efecto, de no estar dispuesta, no hubiese dicho al Salvador: «Moriré por ti». Y, aunque sea preciso morir contigo, no te negaré. Pero el médico que sabía auscultar el corazón le pronosticó lo crítico y peligroso de su estado. ¡Qué entregas tú —dice— la vida por mí!. Advierte cuál es el orden debido. La entrego yo primero. ¡Qué entregas tú la vida por mí! En verdad te digo que antes de que el gallo cante me habrás negado tres veces. El médico pronosticó lo que desconocía el enfermo. El enfermo se dio cuenta de que había presumido sin motivo cuando le preguntaron: ¿Eres tú de ellos?. La criada que le hizo la pregunta era la fiebre. Ved el acceso de fiebre que no se va. ¿Qué decir? Ved que Pedro está en peligro, que muere. ¿Qué otra cosa es, en efecto, morir sino negar la vida? Al negar a Cristo, negó la vida, murió. Pero el Señor que resucita los muertos le miró, y Pedro lloró amargamente. Al negarlo pereció y al llorar resucitó. Como convenía, murió antes el Señor por él, y luego, como lo exigía el justo orden, murió Pedro por el Señor. Luego le siguieron los mártires. Se inauguró un camino lleno de espinas, pero que, al ser pisoteado por los pies de los apóstoles, se hizo más suave para los que les siguiesen.
San Agustín, Sermón 286. Trad Pío de Luis Vizcaíno, O.S.A
El diálogo se abre con una apreciación de la valentía de Pedro como pionero en la proclamación del Evangelio, posicionándolo en un espacio de vanguardia espiritual incluso antes de los eventos cruciales de la pasión de Cristo. Esta narrativa, impregnada de una ruptura con los cánones convencionales, desafía las nociones rígidas de santidad y redención. Los Santos no son santos porqyue no hayan caído, sino a pesar de sus caídas cuando son regenerados por Cristo y cumplen con la Voluntad del Señor.
San Agustín nos sumerge en el conflicto interno de Pedro, manifestado en su declaración inicial de estar dispuesto a sacrificar su vida por Jesús y su posterior negación, como había sido profetizado por Cristo. El Doctor de Hipona, en un gesto que borra las fronteras entre la certeza y la duda, entre la fortaleza y la fragilidad, revela así la complejidad de la experiencia humana en el ámbito espiritual.
La negación de Pedro se manifiesta como un momento de “muerte espiritual“, un concepto fluido y multifacético que desafía las narrativas lineales de caída y redención. San Agustín, en un acto de deconstrucción teológica, propone una visión dinámica del perdón y la redención, donde la oscuridad y la luz coexisten en un continuo de transformación y crecimiento espiritual. La figura de Pedro se presenta como un símbolo de la búsqueda constante de significado y trascendencia en un universo fragmentado y en constante cambio.
Esta reinterpretación del discurso de San Agustín sobre Pedro nos invita a explorar las complejidades de la experiencia humana en el ámbito espiritual sin recurrir a las etiquetas predefinidas, desafiando así las categorías convencionales y abrazando la fluidez y la ambigüedad inherentes a la condición humana.