Algunas palabras contienen un poder dormido, un secreto que solo se revela a quien las pronuncia con conciencia. Kosmos es una de esas palabras. Su uso no es cuestión de estilo, ni un mero capricho académico, sino una elección ontológica, un acto de resistencia y de reparación. En la cultura moderna, la palabra “universo” se ha vuelto común. Pero en su uso habitual, ya no designa más que la totalidad del espacio-tiempo, concebido como un sistema material regido por leyes físicas. Decimos “universo” y pensamos en estrellas, galaxias, partículas, expansión cósmica. Todo lo demás —vida, conciencia, belleza, misterio, gracia— queda…
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Un atento lector me envió un correo señalándome que en lugar de “cosmos” había escrito esa palabra con K. Esta entrada es una re-flexión sobre el significado de Kosmos. La palabra Kosmos (κόσμος) en griego es rica en significado y tiene una etimología profunda, cargada de resonancias filosóficas, teológicas y estéticas. En griego clásico, κόσμος (kósmos) significa, en su sentido más antiguo, orden o arreglo. Proviene de la raíz verbal κοσμέω (kosméo), que significa “ordenar”, “adornar”, “disponer con belleza”. Así, el kosmos es, en primer lugar, aquello que está bien ordenado, dispuesto con armonía. Por eso, kósmos fue utilizado inicialmente…