Los hombres que Cristo llamó eran hombres comunes

Desde hace un tiempo vengo estudiando la vida de los Santos Apóstoles, por supuesto, a la luz de la Sagrada Escritura y ayudado por los intérpretes más autorizados: los Padres de la Iglesia.

Me sorprende todo lo que podemos aprender de estos hombres de Dios por medio de unos pocos versículos: su carácter, su historia, sus orígenes, sus miedos y sus debilidades conjugados con sus virtudes. Pero si algo se destaca es que eran hombres comunes y corrientes, muchas veces, arquetipos de los cristianos de hoy. Eran hombres llenos de defectos y de virtudes, pero que fueron llamados por Cristo para el ministerio no por sus virtudes, sino a pesar de sus defectos. En una entrada publicada en este blog tuve la oportunidad de desarrollar algunas de estas ideas a partir del Sermón 286 de San Agustín, quien se centra en la figura de San Pedro.

En el interesante sitio “Logos Ortodoxo”, encontré el siguiente texto que quiero transcribir y dónde el autor coloca a los Apóstoles como ejemplo del verdadero voluntariado:

Antes de iniciar sus misiones los santos Apóstoles recibieron del Señor instrucciones claras. Él entre otras cosas, les dijo: “Gratis habéis recibido y gratis daréis”. La jaris (energía increada y don) que os he dado para enseñar y hacer milagros, lo recibís gratis, por lo tanto vosotros también daréis gratis.

Y los Discípulos siguieron fielmente el mandamiento del Maestro divino. ¡Predicaban, hacían milagros, resucitaban muertos, expulsaban demonios y sanaban enfermos, pero nunca recibían dinero! El trabajo de ellos era tedioso, pero en ningún caso querían recompensa de los hombres por sus esfuerzos.

Los milagros que hacían eran impresionantes, pero nunca los aprovecharon para ganar algo para sí mismos. Este desinterés, abnegación y sacrificio de ellos impresionaba más que sus propios milagros.

Hoy el mundo habla de voluntariado y busca maneras para derrumbar los castillos del individualismo y enseñar el ofrecimiento voluntarioso. Sin embargo para la Iglesia esta forma de servir hacia el semejante no es algo nuevo. El que percibe que los carismas que tiene son regalos de Dios, siente la necesidad de compartirlos con sus hermanos. Este ofrecimiento agapítico hacia el prójimo es el camino que marcaron los santos Apóstoles y sus dignos sucesores. El camino de la agapi sacrificante que estamos llamados todos a seguir. Amín.

Domingo de los Santos Apóstoles. Logos Ortodoxo.

Hoy volví a leer el sermón del gran Obispo de Hipona y me pregunto cuántas veces nosotros debemos morir, pero realmente morir en nosotros mismos para poder ser resucitados en Cristo. En vano proclamamos valentía o gallardía, en vano nos ufanamos en muestras de heroicidad y espíritu marcial si es que antes no estamos dispuestos a velar y orar en el Getsemaní, porque en la hora más angustiante de Jesucristo él no requirió que nadie sacara la espada, sino que se quedan con él, porque estaba angustiado. Los apóstoles tardaron mucho en aprender la lección.

Cristo mostró en Getsemaní su humanidad, su fragilidad. Pero fue Pedro no por ser un bravucón, ni tampoco por ser un imprudente, sino porque lloró amargamente y allí se convirtió, como dice San Agustín:

Al negarlo pereció y al llorar resucitó. Como convenía, murió antes el Señor por él, y luego, como lo exigía el justo orden, murió Pedro por el Señor. Luego le siguieron los mártires. Se inauguró un camino lleno de espinas, pero que, al ser pisoteado por los pies de los apóstoles, se hizo más suave para los que les siguiesen.

Oremos al Señor para que en lugar de mostrarnos como payasos disfrazados de soldados, tengamos la gracia de dar testimonio siguiendo los pies de los Apóstoles que cumplieron el mandato del señor “Venid en pos de mi” (Mt 4:19).

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