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La Reconstrucción del Mundo como Sacramento: 3. Crítica bonaventuriana al intelectualismo autónomo

Una de las ilusiones más persistentes de la modernidad es la creencia en la autonomía de la razón. Según esta visión, el entendimiento humano podría alcanzar la verdad por sí mismo, sin depender de ninguna instancia superior, sin necesidad de apertura al Misterio. Esta ficción —heredera de la Ilustración— domina la cultura contemporánea y ha penetrado incluso en la teología.

Frente a este racionalismo orgulloso, San Buenaventura ofrece una crítica radical: toda verdad es participación en la Luz eterna. No existe el conocimiento puro, neutral o autónomo. Pensar es recibir.

I. La razón como receptividad: Todo conocimiento es iluminación

Para San Buenaventura, la razón humana no es un poder cerrado sobre sí mismo, sino una capacidad receptiva, una lámpara que solo puede arder si recibe el fuego del Alto.

En el corazón de su epistemología se encuentra la doctrina de la iluminación:

“Toda verdad es luz; pero ninguna luz es plena sin la participación de la luz eterna que ilumina todo entendimiento”
(Collationes in Hexaëmeron, XII, 14).

Esto implica que incluso las verdades más elementales dependen de la Luz increada. No existe “saber natural” separado de la gracia, porque todo conocer es, en último término, un acto de participación en la Sabiduría divina.

Por eso, San Buenaventura rechaza toda pretensión de una razón autónoma. Para él, la inteligencia no es una torre autosuficiente, sino una ventana abierta hacia la Luz.

II. El intelectualismo como pecado: Orgullo disfrazado de razón

En su crítica al intelectualismo, San Buenaventura no solo señala tanto un error teórico como una enfermedad espiritual: la arrogancia del intelecto. La idolatría del saber, tan común en el mundo moderno, es para él una forma de soberbia disfrazada.

“No basta saber; es necesario amar. No basta ver; es necesario arder”
(Itinerarium mentis in Deum, Prólogo, 4).

Aquí emerge la diferencia decisiva entre la sabiduría cristiana y el intelectualismo moderno:
El verdadero conocimiento no se mide por la acumulación de datos, sino por la transformación del corazón.
Quien no ama la verdad que conoce, aún no ha conocido nada realmente.

III. La Sabiduría como experiencia transformadora

Para San Buenaventura, la Sabiduría es inseparable de la vida interior. Se trata de un camino existencial que implica conversión, purificación y unión con Dios.

El Itinerarium mentis in Deum es entonces un manual de ascenso espiritual. Conocer es caminar. Saber es arder.

Por eso, su teología es profundamente mistagógica: quien estudia sin orar, se queda ciego; quien especula sin amar, termina perdido.

“La Sabiduría verdadera no es la que infla, sino la que enciende el corazón en amor”
(Breviloquium, Prologus, 2).

IV. Contra el academicismo vacío: Urgencia para nuestro tiempo

Hoy más que nunca, esta crítica bonaventuriana es urgente.

El mundo moderno ha producido una inflación de saberes estériles: bibliotecas llenas de libros sin alma, universidades saturadas de discursos sin vida, teologías que no elevan al hombre sino que lo hunden en la desesperación de lo fragmentario.

San Buenaventura señala otro camino: el saber como acto contemplativo, como participación orante, como encuentro transformador con la Luz.

Esto es, en esencia, lo que corrientes como la Radical Orthodoxy propone recuperar: No un regreso al pasado como arqueología, sino una restauración del acto mismo de conocer como participación sacramental.

El hombre moderno no necesita más datos. Necesita volver a arder.


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