Lecciones de un fracaso: la Traditional Anglican Communion

TAC en su época de gloria

Si hay algo que cada vez inquietó y llamó la atención a los católicos tradicionalistas fue la cuestión de «TAC», siglas de Traditional Anglican Communion, una comunidad internacional de anglicanos que proclaman a viva voz que son verdaderos católicos apostólicos y romanos, pero de tradición anglicana, en el sentido de “inglesa” y que deseban estar en perfecta paz y comunión con el Papa.

Cualquier persona que haya estudiado al anglicanismo sabe muy bien que los anglicanos no se consideran a sí mismos protestantes, sino más bien como “una iglesia católica reformada”, pero católica al fin y que posee verdadera sucesión apostólica, en la que se dan los siete sacramentos de la Iglesia. El mayor inconveniente para aceptar esto último proviene de la bula Apostolicæ Curæ del Papa León XIII quien definió a las ordenes anglicanas como inválidas:

Así, pues, asintiendo de todo punto a todos los decretos de los Pontífices predecesores nuestros sobre esta misma materia, confirmándolos plenísimamente y como renovándolos por nuestra autoridad, por propia iniciativa y a ciencia cierta, pronunciamos y declaramos que las ordenaciones hechas en rito anglicano han sido y son absolutamente inválidas y totalmente nulas…

¿Por qué? Porque los anglicanos al reformar los rituales introdujeron un rito nuevo, ambiguo y carente de materia e intención adecuada, por lo que la gracia del Espíritu Santo jamás se habría transmitido de los verdaderos obispos existentes de la época de la reforma inglesa a los nuevos “obispos” cismáticos.

Conviene señalar antes de proseguir que dentro del anglicanismo coexisten dos “iglesias” en perfecta paz y armonía: la Iglesia Alta (High Church), ritualista y tradicionalista, también llamada “anglocatólica”, en la que se enfatiza la tradición católica por medio de la liturgia y los rituales, así como por la rigurosidad disciplinaria… es heredera del Movimiento de Oxford; por el otro lado está la Iglesia Baja (Low Church), de carácter evangélico, con una liturgia sobria, pero también más conservadora. Para que el lector puede tener una idea más tangible, la Iglesia Baja sería la típica parroquia de la Iglesia Conciliar que hay en su barrio, y la Iglesia Alta, la capilla atendida por miembros de la Fraternidad San Pedro o el Instituto Buen Pastor… pero con menos asperezas entre ellos, pero ambos fieles defensores del Papa y de su doctrina Conciliar.

Pero la paz (que duró bastante entre los anglicanos) se rompió cuando en 1976 la Convención General de la Iglesia Episcopaliana en USA (la rama norteamericana del anglicanismo) decidió aprobar la “ordenación” de mujeres al sacerdocio y episcopado y actualizó el Book of Common Prayer. La reacción no se hizo esperar y en 1977, en St Louis, Missouri se signó un documento entre clerigos y fieles anglicanos disconformes con estas reformas que pretendía establecer una oposición que poco comenzó a radicalizarse cada vez más. Esta reacción fue creciendo a la vez que iban creandose parroquias y diócesis sin ninguna comunión con la Iglesia Episcopal Protestante de USA. Poco después se rompió la comunión formal con la sede de Canterbury cuando esta última

aprobó la ordenación femenina, la promocion del homosexualismo, el caos doctrinal, la ideollogía de genero, etc.

Esta explosión de iglesias anglicanas conservadoras o mejor dicho “continuantes” han minado a la comunión anglicana oficial por la migración de fieles y de sacerdotes. Algunos de los obispos de estas small churches han revalidado sus ordenes a través de obispos veterocatólios o de los sucesores del obispo brasileño Carlos Duarte-Costa.

El caso más extremo es la de Traditional Anglican Communion, en efecto, ellos han decidieron ser “católicos”: revalidaron sus ordenes a través de obispos veterocatólicos u ortodoxos-orientales, adoptaron una versión inglesa del rito tridentino y finalmente realizaron la profesión de fe católica y la abjuración publica de errores.

No era algo menor: se trataba de más de 400.000 fieles dispersos por todo el mundo, organizados en Iglesias bajo su propia administración, pero en plena paz e intercomunion entre ellas, todas bajo la jurisdicción del obispo John Hepworth, que además de obstentar el titulo de “Arzobispo Primado” de la TAC es el arzobispo de la Anglican Catholic Church of Australia, con 25 parroquias en Australia, una en Nueva Zelandia y otros tres obispos bajo su obediencia.

Frente al sectarismo que se veía en el tradicionalismo romano, la TAC se mostraba como una solución sana y coherente, como una oferta my dificil de rechazar y sobre todo, como una oposición al modernismo. En el año 2007 mantuve una interesante correspondencia con un sacerdote de esta iglesia que estaba en Argentina y tras varias charlas con él y con otros ministros de TAC encontré que ellos sostenían que el Vaticano II:

1) Se trató de un concilio pastoral y no dogmático.

2) El concilio tuvo muchas cosas buenas, pero estuvo dominado por liberales (según algunos de ellos “modernistas”) y sus textos son confusos y contaminados por modernismo, llenos de ambigüedades.

3) El Novus Ordo Missæ es un error, posiblemente esté viciado de invalidez por un defecto de intención del celebrante.

4) Benedicto XVI era el Papa y por eso mismo debían obedecerle y someterse. Para ellos era la oportunidad histórica de una restauración de la fe y una derrota al liberalismo y al modernismo.

Pero ¿Qué pasó? Roma lanzó su oferta: Anglicanorum coetibus sin tener en cuenta a TAC. Muchos fueron a los ordinariatos, otros se percataron de que era una trampa y quedan obispos, sacerdote sy fieles a merced de los obispos diocesanos que ni siquiera les reconocían como anglicanos. Todo esto y mucho más lo explica con maestría y de primera mano uno de los testigos mejor cualificados, el Rev. Anthony Chadwick, además de presbítero un erudito y sabio como los que ya no existen.

Pero ¿Dónde estaba el problema? ¿Fue un caso ecepcional o de un epifenómeno de algo mayor? Después de muchos años puedo concluir que en realidad lo que ocurrió con TAC (y a todas sus comunidades heridas) o era sino el destino inevitable que les tocaba a todos los grupos medianamente tradicionales que intentaban llegar a Roma a imponerle algo… a Roma nadie le impone nada, nadie negocia realmente con Roma sino las condiciones de su propio entierro. TAC fue sobreestimada por muchos, así como temida por otros tantos, especialmente en el tradicionalismo, y los tradicionalistas, en lugar de cerrar filas e incorporar a cientos de miles de posibles conversos decidieron dar la espada y abandonarlos al caos.

Lo que pasó con TAC también ocurrió con otros grupos: el Instituto Buen Pastor, la Sociedad San Pedro, el Instituto Felipe Neri y tantísimos otros que pensaron ser los salvadores de Roma. La pregunta es ¿los católicos tradicionalistas estarán dispuestos a repetir el mismo error que TAC y todos los otros? Y los anglicanos tradicionalistas y conservadores ¿Siguen viendo, más ahora con Jorge Bergoglio sentado en el Trono de Pedro la posibilidad de negociar algo con Roma, sacando algún provecho?

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *