Para acceder directamente al enlace de descarga haga click aquí, o vaya al final de la introducción. En el silencio recogido del ábside, cuando las campanas cesan y la última vela arde con fatiga, es cuando la voz del Pseudo Dionisio se vuelve más clara. No grita, no impone, no diserta: susurra. Y su murmullo no viene del siglo primero, como él afirma con pía astucia, sino de esa penumbra venerable que es el cristianismo tardoantiguo, cuando la fe y la metafísica aún caminaban del brazo por los claustros del alma. ¿Quién fue este “Areopagita”, que no era ni de…