Siempre me dió curiosidad como a nuestra memoria pueden allegarse fragmentos de lecturas, a veces con una exactitud extraña. Recientemente tuve una fuerte discusión que llevó a la ruptura de una amistad, el origen fue una disputa teológica que, para quien la viera de lejos recordaría las palabras de Porcio Festo: “ζητήματα δέ τινα περὶ τῆς ἰδίας δεισιδαιμονίας εἶχον πρὸς αὐτὸν καὶ περί τινος Ἰησοῦ τεθνηκότος, ὃν ἔφασκεν ὁ Παῦλος ζῆν” (Hech 25: 19).
Volver sobre una discusión, intentar aclarar las cosas, demostrarle a una persona que está equivocada muchas veces es peor. No siempre se puede discutir, y en más de una oportunidad lo mejor es guardar silencio. No generar más inquietud de la que existe, tal vez, ni siquiera ser testigo de la rabia, la ira o la decepción (justificada o no, sobre todo cuando no), de la otra persona. La situación que viví, y que me lleva a plantearme seriamente varias cuestiones, que ahora no quiero ahondar, me trajeron a la memoria el siguiente poema de William Robert Rodgers, publicado en Awake! and Other Poems
The Fountains
Suddenly all the fountains in the park
Opened smoothly their umbrellas of water,
Yet there was none but me to miss or mark
Their peacock show, and so I moved away
Uneasily, like one who at a play
Finds himself all alone, and will not stay.
Muchas veces cuando miramos la naturaleza lo mejor es hacer silencio y contemplar. Muchas veces, cuando la naturaleza humana sale a flote lo mejor es no mirar ni contemplar, si irse. No siempre es bueno despertar.