Las fuentes

Siempre me dió curiosidad como a nuestra memoria pueden allegarse fragmentos de lecturas, a veces con una exactitud extraña. Recientemente tuve una fuerte discusión que llevó a la ruptura de una amistad, el origen fue una disputa teológica que, para quien la viera de lejos recordaría las palabras de Porcio Festo: “ζητήματα δέ τινα περὶ τῆς ἰδίας δεισιδαιμονίας εἶχον πρὸς αὐτὸν καὶ περί τινος Ἰησοῦ τεθνηκότος, ὃν ἔφασκεν ὁ Παῦλος ζῆν” (Hech 25: 19).

Volver sobre una discusión, intentar aclarar las cosas, demostrarle a una persona que está equivocada muchas veces es peor. No siempre se puede discutir, y en más de una oportunidad lo mejor es guardar silencio. No generar más inquietud de la que existe, tal vez, ni siquiera ser testigo de la rabia, la ira o la decepción (justificada o no, sobre todo cuando no), de la otra persona. La situación que viví, y que me lleva a plantearme seriamente varias cuestiones, que ahora no quiero ahondar, me trajeron a la memoria el siguiente poema de William Robert Rodgers, publicado en Awake! and Other Poems

The Fountains

Suddenly all the fountains in the park
Opened smoothly their umbrellas of water,
Yet there was none but me to miss or mark
Their peacock show, and so I moved away
Uneasily, like one who at a play
Finds himself all alone, and will not stay.

Muchas veces cuando miramos la naturaleza lo mejor es hacer silencio y contemplar. Muchas veces, cuando la naturaleza humana sale a flote lo mejor es no mirar ni contemplar, si irse. No siempre es bueno despertar.

El jardín y la soledad, apuntes sobre Thomas Traherne

Cuando llegué al campo, y estando sentado entre árboles silenciosos, tuve todo mi tiempo en mis propias manos, resolví gastarlo todo, costara lo que me costara, en la búsqueda de la felicidad”, así escribió el sacerdote del siglo XVII, filósofo y poeta Thomas Traherne. Este brillante escritor y pensador reconoció algo especial: el tiempo que pasó apartado, tranquilamente en un jardín o en la naturaleza, abrió su mente a un nuevo nivel de conciencia.
Un jardín, un espacio verde seguro, al calmar las funciones del cuerpo y reducir el estrés, abre la mente para ser más consciente de todas las cosas. Traherne entendió esto tras la excelente educación en Oxford; cuando se sentó tranquilamente bajo un árbol en el campo y se dio cuenta de que su alta educación había omitido tanto. En este punto resolvió dedicar su tiempo a buscar la felicidad y la parte de Dios en esto. Su mente se abrió a un nuevo comienzo, una apertura de la mente que ninguna cantidad de aprendizaje profundo en un entorno ocupado podría revelar.
La soledad en un jardín es una de las formas más bendecidas y nutritivas de pasar el tiempo. Muchos pueden dar testimonio de un despertar o de la sanación que tuvo lugar en un jardín. Pero es importante entender el significado correcto de la soledad en este contexto. Se trata de tener una mente clara, abierta y despejada por medio de la lejanía, de estar lejos de las distracciones. Esta es la soledad de la que habla Thomas Traherne, la misma que nos permite sentir la presencia de Dios.