La Cuaresma es el tiempo del desierto. No del vacío, sino del espacio donde Dios habla sin interferencias, donde la voz del mundo calla y emerge, en el alma, la voz del Espíritu. Es el tiempo de los cuarenta días, los cuarenta años, las cuarenta noches: la medida bíblica de la purificación. En su libro La Iglesia de los Padres, John Henry Newman no escribe una meditación cuaresmal. Pero la Cuaresma, como estructura espiritual, lo atraviesa en secreto. Cada retrato que ofrece (San Antonio, San Basilio, San Gregorio, San Ambrosio, San Agustín) está marcado por un retiro, una renuncia, una…