Hoy, 1 de enero, comienzo un período de siete días de ayuno, oración y recogimiento, un tiempo apartado de la vorágine del mundo moderno. Este retiro culminará el 7 de enero, cuando, según el calendario juliano, se celebra la Navidad. Durante estos días de descanso vacacional, he decidido dar prioridad a lo esencial: la meditación, la oración y la reflexión.
Para guiarme en este camino, he elegido un compañero fiel: el Libro de los Salmos, esa fuente inagotable de sabiduría que durante siglos ha alimentado el alma de los fieles. Leeré un salmo por día, del Salmo 1 al Salmo 7, apoyándome en la hermosa traducción de Nácar-Colunga, con su cadencia solemne y profundidad espiritual.
Cada día escribiré una breve reflexión sobre el salmo leído, no como un estudio erudito ni un análisis exhaustivo, sino como un ejercicio de introspección y contemplación. Mis pensamientos serán personales, nacidos de mi diálogo con el texto y del eco que resuene en mi interior. No pretendo ofrecer respuestas definitivas, sino compartir el camino de retorno a lo trascendente, una senda que nos aleje del ruido del mundo moderno y nos acerque al susurro de la Tradición.
