“Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de impíos, ni estuvo en camino de pecadores, ni se sentó en silla de pestilencia.” (Salmo 1:1)
La modernidad nos invita a sentarnos en la “silla de pestilencia” con su carnaval de ideologías que disuelven la Verdad en un mar de opiniones. Este Salmo, el primero, nos recuerda que hay un camino verdadero y que este no está marcado por el consenso de los impíos ni por los valores del mercado. La verdad está allí, permanece, perdura, es perenne e inmutable.
El justo, dice el salmista, “será como árbol plantado junto a corrientes de agua“. Pero ¿quién puede ser ese árbol en una época donde la raíz de la Tradición ha sido cortada? El hombre moderno es como la paja llevada por el viento, sin identidad, sin propósito, sin Dios. Para reencontrar el verdadero sentido, debemos apartarnos del bullicio de la modernidad, de su “camino de pecadores“, y regresar a las fuentes vivas de la sabiduría.
En este mundo en crisis, el Salmo 1 nos urge a elegir: ¿queremos ser árboles junto al agua viva o paja llevada por el viento? La respuesta define nuestro destino eterno.