“Las cosas no son como solían ser“.
“¿Por qué el mundo se está volviendo tan malo? El crimen está en aumento ”.
“Me alegro de no tener que criar a mis hijos en estos días“.
¿Qué respondería el qohéleth a las personas que hablan así? si crees que estás viviendo en un mundo donde las cosas empeoran todo el tiempo, entonces anímate, al menos estarás muerto antes de que las cosas se pongan realmente mal. Después de la muerte de mi padre comencé a pensar de esa manera, no lo negaré.
Es probable que el pasado fuera mejor que el presente, como dice Jorge Manrique, pero cuando uno comienza a preguntarse “¿Por qué fue mejor el pasado?” niega la realidad de la presencia de Dios en el presente. Si crees que las cosas están peor, convendría sincerar nuestra opinión sobre el control de Dios sobre la historia. ¿Quién lo tuvo antes? ¿Cree que Dios no te llevó al punto donde estás ahora? ¿Cree entonces que Dios no te ama o no tiene ni planes ni propósitos para ti? Vayamos a Eclesiastés 7:10 donde leemos:
Nunca digas: ¿Por qué los tiempos pasados fueron mejores? porque nunca preguntarás esto sabiamente.
¿Alguna duda? Veamos el texto en su lengua original y según la traducción griega:
אל־תאמר מה היה שׁהימים הראשׁנים היו טובים מאלה כי לא מחכמה שׁאלת על־זה׃
μὴ εἴπῃς Τί ἐγένετο ὅτι αἱ ἡμέραι αἱ πρότεραι ἦσαν ἀγαθαὶ ὑπὲρ ταύτας; ὅτι οὐκ ἐν σοφίᾳ ἐπηρώτησας περὶ τούτου.
Creo que no queda duda. A menudo cuando afirmamos que el pasado fue mejor somos ciegos ante las cosas buenas del presente:
Ahora bien: sabemos que Dios hace concurrir todas las cosas para el bien de los que le aman, de los que según sus designios son llamados. Porque a los que de antemano conoció, a ésos los predestinó a ser conformes con la imagen de su Hijo, para que éste sea el primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a ésos también llamó; y a los que llamó, a ésos los justificó; y a los que justificó, a ésos también los glorificó. (Rom 8: 28-30)
No lo olvidemos: la Biblia es infalible. Quienes disminuyen la inspiración en alguno de los pasajes es porque no creen en la Biblia, niegan su utilidad (2 Tim 3:16-17) y son modernistas. Hay varias “palabras claves” en este pasaje, palabras muy interesantes para analizar y eso lo haremos en un estudio futuro.
La Nostalgia nos engaña
La palabra nostalgia proviene de dos vocablos griegos: νόστος que significa “regreso a casa” y ἄλγος, “tristeza” y también “desesperación”. La nostalgia es a menudo una forma de escapismo, es como si tomáramos vacaciones refugiábdonos en el pasado para no tener que lidear con el presente o mirar hacia el futuro como hizo Moisés quien “por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible.” (Heb 11:27).
La nostalgia nos afecta a todos, no sólo a las personas mayores que miran a su juventud desde el epílogo de sus vidas. Nos ponemos nostálgicos por los edificios o los lugares; nos trae ese sentimiento las fotos en las que vemos personas que amamos sonriendo, sentimos ese dolor que tiene un nombre tan difícil de pronunciar cuando a la mesa, vemos la silla vacía y tenemos que tragar en seco la presencia de la ausencia.
¿Alguna vez te has detenido a pensar en la sensación de nostalgia y en qué es realmente?
CS Lewis dijo que la nostalgia es la emoción especial del anhelo, y siempre es agridulce. Cuando sentimos nostalgia, experimentamos un sentimiento de algo perdido. Al mismo tiempo, es una hermosa percepción de lo que se ha perdido, por lo que lo anhelamos. La nostalgia a menudo es fugaz, y sin embargo, si hay algún dolor, también hay una especie de anhelo satisfactorio como parte de ello. Ahora, esto es lo que dice Lewis: solo los niños o los inmaduros emocionalmente piensan que lo que anhelan es en realidad lo que anhelan.
El niño piensa que su recuerdo de esa hermosa ladera le da una sensación encantadora, por lo que si pudiera regresar a esa ladera, tendría la sensación encantadora de nuevo y mientras permaneciera allí. No, dice Lewis, eso es simplemente imprudente. Cuando maduras, te das cuenta de que la nostalgia te engaña. Intensifica tus emociones. Cuando creces, te das cuenta de que si pudieras volver a la ladera, podría ser agradable, podría ser encantador, pero también sería normal en algunos aspectos, y simplemente volver a él no reproduciría esa intensidad de sentimiento. ¿No tendrá el tradicionalismo bastante de nostalgia? ¿Cuantas prácticas tradicionalistas y ritualistas jamás existieron, y provienen en realidad de una forma particular de catolicismo y nacionalismo francés, exportado por Charles Maurras o Marcel Lefebvre y sus discípulos? Creo que vale la pena pensarlo.
Hace unos años leí el hermoso texto de Lewis The Weight of Glory, and Other Addresses, el cual pueden descargarlo de aquí:
The books or the music in which we thought the beauty was located will betray us if we trust to them; for it was not in them, it only came through them, and what came through them was longing. These things—the beauty, the memory of our own past—are good images of what we really desire; but if they are mistaken for the thing itself, they turn into dumb idols, breaking the hearts of their worshipers. For they are not the thing itself; they are only the scent of a flower we have not found, the echo of a tune we have not heard, news from a far country we have not yet visited.
Cuando experimentas nostalgia, tu corazón anhela una persona más bella de lo que jamás hayas conocido o un lugar más hermoso de lo que jamás hayas visitado. Crees que anhelas el pasado, pero el pasado nunca fue tan bueno como tu mente te dice que fue. Y, dice Lewis, Dios te está dando en ese momento una de las visiones más profundas de la intensidad de la perfección y la belleza que aún no has visto. De hecho, lo que está tirando de las cuerdas de tu corazón es el futuro: es el Cielo, es su sentido de pertenencia y hogar que acaba de romper la superficie detu vida, por un momento, y luego se va, se escapa.
La eternidad en nuestros corazones
Esta perspectiva encaja perfectamente con el mensaje de Eclesiastés. Ahí vemos que Dios ha puesto la eternidad en nuestros corazones.
Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin. (Ecl 3: 11)
Estamos construidos para el hogar, para un lugar que aún no podemos ver; aquel de que habló Jesucristo. De todas las traducciones, me gusta mucho como traduce esas palabras la Edición Textual:
No se turbe vuestro corazón; creed en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si no, os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y cuando me vaya y os prepare lugar, vengo otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde Yo estoy, vosotros también estéis. (Jn 14: 1-3)
Las personas sabias entienden que Dios nos hizo anhelarlo a él y al Cielo. Lo dice San Agustín “Inquietum est cor nostrum, donec requiescat in te” (Conf 1, 1). Y así es, nuestro corazón está inquieto y angustiado, busca algo continuamente hasta que descansa en el Creador, porque el Creador nos hizo para él. Esas personas sabias no miran hacia atrás cuando se vuelven nostálgicos. No son como la esposa de Lot, que salió de Sodoma, pero Sodoma no salió de ella. No son como los israelitas que salieron de Egipto, pero Egipto aún estaba dentro de ellos al pie del Sinaí.
Nosotros debemos ser como el hombre sabia, o el hombre prudente. Debemos mirar al Cielo, debemos mirar por fe al Hogar, a nuestra verdadera Patria (Filp 3:20)