Ngô Đình Thục: Los últimos días de un modernista encubierto

El obispo modernista Ngo Dinh Thuc

La vida de Ngô Đình Thục se desenvuelve como un drama trágico, teñido de promesas rotas, lealtades traicionadas y una lucha interna que, al final, reveló la verdad de su corazón. Aunque por un breve momento pareció portar la antorcha del tradicionalismo, su trayectoria fue un espejismo que terminó disipándose ante la cruda luz de sus verdaderas inclinaciones. Lo que muchos interpretaron como resistencia, otros lo ven como oportunismo: una danza calculada entre convicciones aparentes y necesidades egoístas.

La caída de un hombre entre dos mundos
Ngô Đình Thục fue, en su juventud, una estrella en ascenso dentro de la Iglesia Católica vietnamita. Su elocuencia, formación académica y posición privilegiada como hermano del autócrata Ngô Đình Diệm lo elevaron a una esfera de influencia que pocos podían alcanzar. Pero como en todo drama, la gloria de sus primeros años estuvo acompañada de sombras profundas. Con la caída del régimen de su familia, Thục quedó exiliado, física y espiritualmente, enfrentando un mundo que ya no le ofrecía seguridad ni prestigio.

Fue entonces cuando comenzó a ofrecer sus servicios episcopales al mejor postor. Primero con el Palmar de Troya, luego con los veterocatólicos, finalmente se acercó al movimiento sedevacantista. La oferta de ordenar sacerdotes y eventualmente obispos fue suficiente para enterrar que Thuc era un ultramodernista que durante el Vaticano II llegó a escandalizar a sus hermanos en la apostasía cuando defendió la ordenación de mujeres.

Así, el obispo modernista dijo en una de las sesiones más infames del falso concilio:

… Me parece extraordinario que en el esquema del pueblo de Dios no se mencione expresamente a la mujer en ninguna parte, por lo que la Iglesia aparece totalmente masculina, mientras que la realidad es bastante diferente. ¿No constituyen las mujeres la mayor parte del laicado, incluso de las prescripciones eclesiásticas? Por supuesto, sé bien que la Iglesia tuvo que comportarse así para no ofender los prejuicios de aquellos tiempos. Así, San Pablo impuso el velo a las mujeres en la Iglesia, para que no desagradaran a los ángeles. Entonces, ¿por qué los hombres deben entrar con orgullo a la iglesia con la cabeza descubierta, lo cual es contrario a la costumbre de los clérigos de hoy tanto en Occidente como en Oriente? De la misma manera, se impuso el silencio a las mujeres mientras que en esta Basílica los muros resonaban recientemente al son de las voces de los Padres. Entonces, las monjas deben obtener el permiso de las iglesias para lavar la ropa sagrada. Y así también esta injusta discriminación aparece aquí y ahora en esta sala conciliar … ¿Por qué es que en nuestra era atómica, cuando en casi todo el mundo las mujeres han alcanzado la igualdad jurídica con los hombres, es sólo en la Iglesia de Cristo que todavía las padecen? discriminaciones injuriosas… busco con ansia… que estas discriminaciones contra el sexo más valiente sean erradicadas. Por último, le estaré agradecido a quien pueda presentarme un texto simple y apodíctico del Evangelio que excluye a las hermanas de la Santísima Virgen María de las funciones sagradas”. (Acta synodalia a sacrosancti concilii oecumenici Vaticani II, volumen segundo, parte III, p., 513).

Despojado de todo, buscó refugio en las filas de aquellos que le podían ofrecer un algo, y luego de ofrecer órdenes a los veterocatólicos, recayó en el tradicionalismo. Sin embargo, para quienes lo observaban de cerca, no era más que un viajero perdido en busca de un puerto seguro. Su relación con el tradicionalismo nunca fue un matrimonio de amor, sino un arreglo temporal, nacido de la conveniencia más que de la devoción.

El “rescate”: el acto final de su tragedia
En 1984, la vida de Thục alcanzó su clímax en un acto que parecía extraído de una novela. “Rescatado” de su retiro en una comunidad franciscana en Nueva York, fue llevado de la mano por clérigos vietnamitas hacia lo que ellos llamaban su reconciliación con la Roma Conciliar. Este episodio, aunque vestido de buenas intenciones, no fue más que la consumación de un retorno inevitable a los brazos del modernismo. En Missouri, rodeado de los ecos del Concilio Vaticano II, Thục redactó su retractación, renunciando a las consagraciones que había conferido y aceptando el Novus Ordo como legítimo.

Fue en este momento que su máscara cayó. La retractación, publicada en L’Osservatore Romano, no solo borró cualquier duda sobre su verdadera naturaleza, sino que dejó al descubierto el alma de un hombre que, en el fondo, nunca había abandonado el espíritu del modernismo. Participó en la “misa” Novus Ordo, celebrando con el mismo rito que décadas antes había despreciado. Su reconciliación fue una declaración, no de arrepentimiento, sino de conformidad con el mundo que siempre había habitado.

El legado de una figura trágica
Thục dejó este mundo pocos meses después de su reconciliación. Sus últimas palabras, dirigidas a la comunidad vietnamita reunida durante una “misa” montiniana, evocaron un tono melancólico, como si reconociera que su vida había sido un río turbulento que nunca encontró calma. “La Madre me ha traído aquí para encontrarme con ustedes por última vez“, dijo.

En retrospectiva, la vida de Thục es una lección para el movimiento tradicionalista. Es la historia de un hombre que, pese a sus títulos y sus gestos, nunca entendió realmente el espíritu de resistencia que mueve a los verdaderos defensores de la fe. Sus retractaciones y su participación en la liturgia reformada son testamentos de su afinidad natural con el modernismo, que en sus últimos días lo acogió como lo que siempre fue: uno de los suyos.

Una advertencia para los guardianes de la tradición
Ngô Đình Thục no fue un héroe, ni siquiera un mártir. Fue un actor en un drama que él mismo ayudó a escribir, un hombre que navegó entre dos mundos sin pertenecer verdaderamente a ninguno. Su vida es un recordatorio para la tradición de la necesidad de discernir con sabiduría a quiénes se otorga confianza y liderazgo.

En su caída vemos reflejada la vulnerabilidad del movimiento tradicionalista ante figuras que, con palabras dulces, prometen lealtad, pero que al final muestran ser traidores al espíritu de la fe verdadera. El legado de Ngô Đình Thục no debe ser inspiración, sino un llamado a la vigilancia, para que la Tradición nunca más sea mancillada por manos indecisas.

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