El día 5 de noviembre falleció el filósofo y teologastro modernista Enrique Dussel. Si bien muchísimas personas no tienen idea de quién fue, de su interesante trayectoria, de su auto-hagiografía (que por supuesto dista mucho del testimonio de quienes lo conocieron y fueron sus alumnos o colegas) o de los libros que escribió, la influencia de Dussel es fundamental para entender la Teología de la Liberación.
De hecho Enrique Dussel fue el verdadero cerebro tras ella. Hasta Dussel, la “teología de la liberación” era más que nada una corriente bastante heterogénea y sin un trasfondo teológico, pero fue gracias a Dussel que esta llegó a articularse y constituir un sistema coherente que pasó luego a una posición de hegemonía.
Enrique Dussel nació en la provincia argentina de Mendoza. Como muchos de su especie gustaba jactarse de haberse criado en un hogar humilde y en una barriada muy pobre, aunque a decir verdad la posibilidad de acceder a la Universidad Nacional de Cuyo (donde se licenció en 1957) parecen desmentir un poco esa historia. Obtuvo una beca y prosiguió sus estudios en España, obteniendo su doctorado en filosofía en la Universidad Complutense de Madrid. Luego viajó a Israel y entró en contacto con el presbítero izquierdista Paul Gauthier, autor del libro Jesús, l’église et les pauvres. Dussel siempre señaló su encuentro con Gauthier y su trabajo como carpintero en la comunidad dirigida por ese sacerdote llamada Les compagnons et compagnes de Jésus Charpentier.
Es interesante señalar que Dussel marcaba que entre su experiencia con la secta de Gauthier y su descubrimiento de Emmanuel Lévinas ocurre su «conversión» y luego su producción orientada a la filosofía y como consecuencia la teología de la liberación.
Si bien es cierto que el movimiento de la teología marxista de la liberación es previo a la publicación de América Latina dependencia y liberación. Antología de ensayos antropológicos y teológicos desde la proposición de un pensar latinoamericano (1973), ya en su trabajo de 1969 El humanismo semita encontramos las bases de toda su obra posterior y el germen de todos los errores que difundió. Para Dussel el pensamiento griego (luego patrístico y finalmente escolástico) era aristocrático, conformando una teología para las clases dominantes, mientras que el pensamiento semita era una reflexión sobre la vivencia de la liberación de la opresión de la esclavitud-pecado. Dussel jugó muchísimo en su obra con Apocalipsis 11:8:
Sus cadáveres [los dos testigos] estarán en la plaza de la gran ciudad que en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue crucificado.
Para Dussel Egipto representa el pecado social y por lo tanto la esclavitud, Sodoma es la destrucción de la naturaleza del hombre a causa del pecado social y la alienación, y Jerusalén representa el orden religioso establecido que está aliado al poder político y opresor. La Teología fue entonces siempre, como señala en su obra Historia de la Iglesia en América Latina siempre una teología de la opresión, porque sirvió para legitimar el sistema económico; por otra parte una nueva teología, liberadora, debía nacer no del pensamiento griego, sino del semita. Pero Dussel da un paso más: tomando los principales trabajos de autores como Yvan Daniel, Henri Godin, Rubem Alves, Gustavo Gutiérrez Merino, Richard Shaull, Hélder Câmara, Arturo Paoli, y bajo una estructura marxista. Y allí está su gran “aporte”, su “novedad”.
Dussel consiguió introducir y traducir el marxismo a un lenguaje “cristiano”. Con una brillantez poco vista en los teólogos americanos (teologastros en realidad, porque seamos sinceros, nuestro ámbito careció de las luces que hubo en Europa) consiguió aunar posiciones teológicas diversas, encontrando un factor común y proponiendo la estructura marxista de análisis para elaborar una filosofía primero, y toda una teología después. Dussel puso orden en el caos de la “teología de la liberación” que estaba naciendo, y su obra, rápidamente traducida y referenciada ayudó luego a las demás “teologías contextuales”, como la Teología Negra, la Teología Feminista y la más reciente “Teología Queer”. De hecho es innegable e imposible de ocultar la clara influencia (cuando no inspiración) de Dussel en la obra de Marcella Althaus-Reid o en la obra de John J. McNeill.
Dussel construyó una filosofía, con la cual elaboró un sistema teológico que quiso además, convertir en teología de la historia (pues el marxismo no deja de ser eso, en ultima ratio). Sus trabajos “históricos” no pueden ser calificados como tales. No hizo ni historia ni teología, sino que buscó producir una cosmovisión teologizada desde el marxismo de la historia de la Iglesia; para ello llenó vacíos documentales con inferencias teóricas marxistas, citó fuentes difíciles de contrastar y muchas veces sus artículos y libros se basaron en trabajos de otros autores a los que con destreza admirable sintetizó y reformuló, omitiendo en alguna ocasión la referencia apropiada.
Dussel fue un genio, no cabe duda. Un hombre brillante que usó todo su talento para la destrucción de la verdadera teología y la conformación de un clero (tanto católico -luego modernista- como protestante) desviado del fin primero que debe tener para hacer de ellos los mensajeros de la revolución anticristiana.
Dussel murió, su obra perdura en los tristes espectáculos de los ministros católicos y evangélicos, en los ´púlpitos de las iglesias reformadas históricas hoy devenidas en clubes “inclusivos” y con una abierta agenda LGTBP+. Dussel fue a la teología cristiana lo que Charles Webster Leadbeater a la teosofía: el organizador, el sistematizador, el arquitecto. Dios haya tenido misericordia de su alma, porque él murió, si, pero su nefasta influencia perdura, y perdurará por mucho tiempo.