Nuestro amigo Jorge B. (no quiero poner su apellido aunque él, que nos suele enviar e-mails siempre lo hace, pero yo no quiero perjudicarlo por si algún detractor se le ocurriera) me remitió un e-mail con el encabezado “Para terminar un asunto”, que se trata de una respuesta a cierto artículo en el cul fue muy criticado Jorge. Como siempre es un honor recibir las comunicaciones de nuestro amigo, con quien, como ocurre con muchos de los miembros de la resistencia católica, compartimos la misma fe en Cristo Jesús.
Ante algunas bombas que nos han caído por el artículo “De la abundancia…” –por cierto, entre otros tantos algodones y alguna rosa sin espinas-, responderé para todos –amigos que aplauden y detractores que reprueban- sencillamente que se nos señala por llamar “sinvergüenzas” a quienes el Catecismo de Trento llama “homicidas”. No sé quién resulta más indulgente.
Y si San Pablo llama “fornicarios y adúlteros” (I Corintios VI, 9) a quienes Benedicto XVI ubica en “un primer paso hacia una moralización, un debut de responsabilidad”; entonces se equivoca San Pablo.
“A todos los católicos exhortamos que den amplia difusión al principio, firmemente fundado sobre la verdad, de que el único modo de proteger la salud física y moral de la familia y de la sociedad es mediante la obediencia de todo corazón a las leyes naturales, o mejor dicho, del Creador, y, sobre todo, fomentando un sincero y sagrado respeto hacia ellas.” (Alocución del Papa Pío XII a los directores de las Asociaciones por las Familias Numerosas de Roma e Italia, 20 de Enero de 1958)
¿Leo bien?
Si alguien niega que “el comunismo es intrínsecamente perverso”, como dice Pío XI en “Divini Redemptoris”, los “católicos duros” ponen el grito en el cielo. Ahora bien, si a su vez en “Casti Connubii” el mismo Pío XI dice que la anticoncepción va “intrínsecamente contra la naturaleza”, y Benedicto XVI lo contra-dice públicamente, los susodichos se hacen las gallinas distraídas.
Eso muestra:
-o necedad en la voluntad;
-o deshonestidad en el intelecto;
-o fariseísmo en la religión.
No siendo jueces, no juzgamos. Pero, ¿qué pasa con el pueblo católico? No nos toca a nosotros resolverlo, aunque nos daría letra para un volumen entero, si no tuviéramos que limpiar la cocina, sacar los yuyos y cumplir con el Canon 125, § 2.
“Nuestros amigos nos conocen el rostro,
y los demás, nos van conociendo la madera.
Tranquilos, si prende, es fuego que no quema:
escribiendo en prosa, o cantando en crudo
alzamos bandera y encarnamos el poema:
“no nacimos ni ciegos, ni sordos, ni mudos”.
A los amigos encrespados: no se espanten, estimados, con apenas unas hojitas de verba caliente: “un momento de ofuscación todos lo tenemos” (Castellani en “Carta a Leónidas Barletta”). Se puede criticar la forma y los colores del “continente”, pero no la materia del “contenido”: y eso es lo que aquí veramente interesa. Porque si nuestras palabras doblan las leyes del idioma, las de Benedicto XVI quiebran las Leyes de Dios. Me recuerda la sentencia plena de cordura de un amigo: “en estos pagos –me dijo un día- hay muchos que se escandalizan por el espadazo de Pedro a Malco… pero callan ante el beso traicionero de Judas”.
Quien puso una excepción al sexto mandamiento, no fui yo. Se las arreglan pues, entre ustedes, “el Santo Padre” y las dos tablas de Moisés.
Hay almas que están en pecado mortal, hoy mismo, por la enseñanza viciosa que baja desde la Roma actual. Eso es grave: no un articulillo de seis páginas escrito por nadie. Que el árbol no nos tape el bosque.
La variopinta reacción a un artículo menor, y la nula reacción a una herejía enorme, confirma que el catolicismo en nuestros pagos es de mucha colecta y pocas obras; mucha cita, y poca Fe. “Puro tango y mate”, como dijera Castellani. “Pero, esperesé: ¿no se resuelve todo en que hay que amar al amigo, y al enemigo también, porque Dios es Amor y el “ubi caritas, Deus ibi est” (donde hay amor, allí está Dios)?”, me objeta un amigo. “Sí, pero cuidado: no se ama lo que no se conoce.” El que lea, entienda.
“En estos tiempos son menester amigos fuertes de Dios, para sustentar a los débiles” (Santa Teresa de Jesús). Sea ese nuestro afán.
Habrá que rezar mucho por la pobre Iglesia, y de paso, por la pobre Patria.
Aunque más pobres seamos otros.
Jorge B.