En varias oportunidades señalamos desde Sursum Corda la creciente devaluación intelectual en el tradicionalismo. Cuando comenzó la resistencia católica contra la Iglesia Conciliar, la primera generación (a la cual se le debería perdonar casi todo) fue tomada por sorpresa e intentó mantener aquello que conocían y veían en época de Pío XII, muchas veces omitiendo que el modernismo ya había ocupado lugares de responsabilidad durante el gobierno del último pontífice romano.
Aquellos hombres, dotados muchas veces de buena voluntad, pero miopes por el clericalismo sembraron también algunos de los vicios que vemos hoy en día. El principal de ellos es una noción extraña y anticatólica de la jurisdicción.
Obsesionados con enfatizar que no eran cismáticos, comenzaron a formular una idea extraña, vaga y muchas veces errónea sobre qué es y que no es la jurisdicción. Posteriormente, en el seno del thucismo aparecieron nuevas ideas, las cuales son, simplemente erróneas, cuando no heréticas. No obstante, aquella primera generación tenía la limitación de la bibliografía: muchos textos no estaban en lengua vernácula, las tesis de doctorado no circulaban y el Derecho Canónico era una suerte de especialización que, se pensaba, estaba reservada a los clérigos. Confiados en sus sacerdotes y obispos (mismo error que cometió la masa católica con Montini/Paulo VI), aceptaron casi sin chistar estas nuevas teorías sobre la jurisdicción, muchas veces sin preguntarse sobre la ortodoxia de las mismas.
Las cosas cambiaron un poco con el paso de los años. La masificación de internet ayudó a la circulación de la bibliografía. Ahora, teníamos tesis de doctorado, artículos académicos, acceso a las bibliotecas y traducciones a nuestra disposición. De esta forma, y siguiendo un criterio más o menos responsable, muchas personas adquirieron una educación en teología, muchas veces muy superior a la de los clérigos tradicionalistas, que fueron formados en los seminasnarios como dispensadores de sacramentos y no como teólogos.
Lamentablemente, con el paso de los años, aquel entusiasmo por los libros y las lecturas fue disminuyendo. Aparecieron florilegios y muchos creyendo que bastaban. La suma de varias de esas antologías, a veces comentadas y expandidas con los “conocimientos” o “conclusiones” sirvió de base de muchos de los escritos que circularon entre los años 2000 al 2015. Para peor, muchos “sacerdotes” y “obispos” pasaron a referirse a esos refritos y los hicieron base de su doctrina, otros se formaron directamente con ellos y pontificaron, desde la miopía cuando no desde la más brutal ignorancia.
Así por ejemplo encontramos “obispos” que utilizan como si nada el título de “Monseñor”, que reclaman tener “autoridad magisterial”, formar parte de la “Iglesia Docente”, tener el derecho a otorgar el “imprimatur”, violar las normas del culto, establecer su propio uso litúrgico (esto, no obstante se debe más a la ignorancia que a otra cosa), modificar la ordenación de los altares, censurar libros, autorizar versiones de la Biblia, actuar como diocesanos, conceder indultos, conceder nulidades matrimoniales, conceder licencias, establecer “párrocos”, erigir “congregaciones”, admitir o liberar de votos a “religiosos” y miembros de “órdenes religiosas”, y un largo etcétera que escandalizan a cualquiera que haya leído, por lo menos un comentario al Derecho Canónico.
Es por ello que, hemos decidido iniciar una serie de publicaciones con artículos y documentos sobre el Derecho Canónico útiles para la actual crisis.
Le recomendamos a los tradicionalistas que en lugar de pontificar desde la ignorancia lean, estudien, aprendan, y que todo esto lo hagan con los muchísimos libros buenos que están hoy disponibles y que muy pronto podrán encontrar aquí, bajo la etiqueta “Derecho canónico“ un indice de artículos específicos.
Nuevo escandalo. Conozcan a Pedro, el anglicano: https://www.totalista.net/post/pax-et-bonum-espa%C3%B1ol
Espero con ansias esos artículos! Saludos!
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