Domingo de Ramos, una explicación

Pretender examinar las vicisitudes históricas de la ceremonia de bendición y procesión de los ramos desde su origen en el siglo IV hasta nuestros días, sobrepasa los límites de este texto. Es, en cambio, o puede ser útil conocer el simbolismo y características más principales de dicha ceremonia.
Ordinariamente, los liturgistas señalan tres fases distintas en la solemnidad de este día:

1) La bendición de los ramos
2) La procesión que inmediatamente sigue
3) La Santa Misa

Pueden muy bien, sin embargo, fusionarse las dos primeras ceremonias, y tendríamos entonces dos partes de características contrapuestas. La primera parte, que abarcaría la bendición y procesión de ramos, es de alegría y de triunfo. La segunda, en cambio, reducida a la Santa Misa, de penitencia y de pasión.

a) Bendición y procesión de ramos
La procesión se hace en recuerdo de la entrada triunfal de Jesucristo en Jerusalén. En un principio no existía la bendición de los ramos. Tal como se presenta hoy en la liturgia romana, la ceremonia es excesivamente larga y prolija. En líneas generales, conserva el tipo de las antiguas reuniones, en las que se recitaba el oficio divino y se daba la instrucción a los fieles sin que se ofreciera el divino sacrificio. Si examinamos los elementos que la integran, al decir de Schuster, “tienen procedencias extremadamente diversas y se han ido fusionando con más o menos acierto sin que exista plan alguno preconcebido”. Así, nos encontramos con piezas tan dispares como la antífona inicial: “Hosanna al hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor”, y los dos responsorios que siguen a la lección, y que aluden a la pasión de Jesucristo. La serie de oraciones que se dicen después del prefacio constituían primitivamente un conjunto de colectas de repuesto, para elegir de entre ellas la que se quisiera; hoy, sin embargo, se dicen todas. De esta manera resulta falta de proporción la ceremonia, claro indicio de su origen galicano, de liturgia profusa y larga, y de haber sido introducida posteriormente en la liturgia romana, más sobria y breve. No obstante, las oraciones son de sabor antiguo y de elevada inspiración. De ellas puede deducirse fácilmente el significado de las palmas y ramos, que, una vez bendecimos, se llevan en la procesión y después, conforme a una piadosa costumbre, se colocan piadosamente en las casas.
La procesión data del siglo IV, puesto que, según el testimonio de Eteria, se verificaba ya entonces en Jerusalén. A través de los siglos ha revestido distintos matices. Afirma Dom Guéranger que en la Edad Media en no pocas iglesias se celebraba la procesión con gran pompa, y se llevaban libros de los Santos Evangelios, que representaban a Jesucristo. El mismo liturgista añade que en Inglaterra y Normandía, en el siglo XI, como reacción a la herejía de Berengario, se llevaba la sagrada Eucaristía en la procesión triunfal de los ramos.
De cualquier forma que se haya conmemorado, siempre se la consideró como recuerdo de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Y puede asimismo ser un vestigio de la antigua procesión estacional que diariamente se celebraba durante la Cuaresma en Roma, o bien de la dominical que durante la Edad Media se verificaba en las abadías benedictinas antes de la Misa.
Al llegar la procesión a la iglesia están las puertas cerradas. Coros de cantores, fuera y dentro, van alternando el canto del Gloria, laus, y después de golpear tres veces con el asta de la cruz las puertas, ábrense éstas y penetra la procesión en el templo.
Todos los liturgistas ven en el coro que está de puertas adentro el símbolo de la Iglesia triunfante, y en la ceremonia de entrada, la victoria de Nuestro Señor Jesucristo, quien por su pasión y muerte de cruz abrió a la Humanidad las puertas del cielo.

b) La Santa Misa
La Misa versa toda ella acerca de la pasión, desde las primeras palabras del introito hasta la antífona de la comunión. Tanto el profeta David como San Pablo y el evangelista San Mateo desfilan lpara narrarnos los dolores y muerte afrentosa de nuestro Redentor.
Durante el canto de la Pasión, los cristianos que asisten a la Misa tienen en sus manos los ramos bendecidos. Dom Guéranger dice que así lo hacen para protestar con el emblema de triunfo contra las humillaciones de que fue objeto Nuestro Señor por parte de sus enemigos. Siguiendo el simbolismo que Pío Parchs ve en los ramos y palmas, parece que propio decir que los tenemos en las manos durante el canto de la Pasión en prueba de nuestra disposición para luchar y padece por Cristo como soldados incondicionales suyos.

Dejá un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio