Pocas veces hemos querido reproducir las tristes noticias que nos llegan de los escándalos habituales de la Iglesia Conciliar del Vaticano II. Todos repiten un mismo patrón: sexo y dinero. En la conjunción de estos dos males podemos encontrar todo lo que la perversa mente humana pueda elaborar.
El presbítero Alfonso López Benito, de 80 años de edad, canónigo de la Catedral de Valencia fue encontrado muerto, desnudo y ahorcado en su cama, con claros indicios de haber muerto en un perverso juego sexual. El cuerpo fue descubierto el 23 de enero. Si bien las autoridades eclesiásticas intentaron tapar el asunto, pronto se volvió imposible después del arresto de un hombre, de origen sudamericano y posible autor del hecho. El presunto asesino confesó a los investigadores que el canónigo (doctor en Derecho Canónico, dicho sea de paso) solía utilizarlo para contratar prostitutos jóvenes, en su mayoría extranjeros ilegales o deficientes mentales, llevarlos a su casa y mantenerlos allí durante varios días.
La policía habría tenido que concurrir a la vivienda del canónigo Alfonso López Benito en más de una oportunidad debido a las denuncias de los vecinos, especialmente por los ruidos molestos y gritos que se oían desde la vivienda. Lo peor de todo es que el “arzobispo” de Valencia, Enrique Benavent Vidal, sabía todo sobre las actividades pervertidas del presbítero y esencialmente no hizo nada al respecto, sino que ayudó a encubrirlo.