Salmo 3: El Señor es mi escudo

Señor, ¡cuánto se han multiplicado mis enemigos! Muchos se levantan contra mí.” (Salmo 3:2)

El hombre moderno, aislado en su vanagloria, enfrenta una batalla invisible. No son solo los enemigos externos quienes se alzan contra él, sino los demonios internos que la modernidad fomenta: el egoísmo, el vacío espiritual, la desesperanza. El salmista nos recuerda que nuestra mayor lucha no está fuera, sino dentro de nosotros, en la renuncia al yo.

Pero el Señor es nuestro escudo, una protección frente a los dardos del nihilismo y la confusión que nos rodean. “Con mi voz clamé al Señor, y él me escuchó desde su monte santo.” ¿Cómo puede escucharnos si el ruido del mundo ahoga nuestra voz? Este Salmo nos invita al silencio, a confiar en que Dios es el único refugio frente a la tempestad moderna.

Yo me acosté y dormí, y desperté, porque el Señor me sostiene.” En una época donde el hombre ya no descansa, donde el ritmo febril de la vida nos consume, este versículo nos ofrece una lección: el verdadero descanso solo viene de la confianza en Dios. Solo quien se acoge a su sombra puede dormir sin miedo, porque el temor del mañana ha sido vencido.

El Salmo 3 es un clamor, una confesión y una declaración de fe: la victoria no es nuestra, sino del Señor. En un mundo que idolatra el esfuerzo humano, es un recordatorio de que sin Él, somos polvo llevado por el viento.

Dejá un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio